La Vanguardia

Las palmeras regresan a Barcelona

Barcelona planta ejemplares tras superar el miedo al escarabajo picudo

- LUIS BENVENUTY Barcelona

Barcelona está poniendo fin al largo destierro de las palmeras. El Ayuntamien­to está plantando estos días hasta 117 nuevos ejemplares. Las dos últimas en llegar se erigen desde el pasado viernes en los jardines Manuel Sacristán, en el distrito de Sant Martí. Las jornadas de calor son las más adecuadas para estas labores. En pocas semanas concluirá esta campaña municipal.

Hacía ya una década que los técnicos del Ayuntamien­to no plantaban ninguna palmera en la ciudad. La culpa la tuvo el miedo al terrible escarabajo picudo, que ha causado auténticos estragos en media Catalunya –su presencia se hace notar en toda la franja litoral y buena parte del prelitoral– y también en la capital. Pero los expertos municipale­s entienden que esta plaga, al menos en la ciudad, está en estos momentos bien controlada después de los tratamient­os realizados. Las especies escogidas para la repoblació­n son aquellas que muestran una mayor resistenci­a al temible escarabajo. Algunas de ellas no son muy habituales por estas latitudes. Las más sensibles al insecto en cuestión son las canarias y las datileras, dos de los tipos tradiciona­lmente más presentes en Barcelona.

Las palmeras aspiran de esta manera a recuperar sus pretéritos momentos de esplendor en Barcelona, que no fueron pocos. Los indianos hicieron de ellas un símbolo de prosperida­d, y la Barcelona olímpica las popularizó, las convirtió en nuevo icono de una ciudad que les ha dedicado hasta tres vías en su nomencláto­r: dos plazas (la de la Palmera de Sant Martí y la de las Palmeres en el distrito de Sant Andreu) y un pasaje del mismo nombre en el distrito de Nou Barris.

De las nuevas palmeras de la ciudad, apenas 46 se les antojarán muy familiares a los barcelones­es. La washington­ia robusta, aquella cuyas hojas secas parecen una barba clara que cae lacia, es la más habitual en esta urbe. Mucha gente, debido precisamen­te a esa barba clara y lacia, piensa en ocasiones que es una planta enferma o mal cuidada, pero no es así. Se trata de una de las palmeras que más rápido crecen. Por ello, es muy apreciada entre los urbanistas.

El resto de las nuevas palmeras de Barcelona nunca fueron tan frecuentes y siempre resultó más sencillo verlas en postales y películas. De este modo, explica Joan Guitart, jefe de gestión del arbolado del Ayuntamien­to, se contribuye a fomentar la diversidad biológica en el ecosistema de la capital catalana, una de las premisas a la hora de orquestar el verde urbano.

Los plátanos, que otrora fueron los árboles más numerosos de la capital catalana, encuentran cada día más detractore­s. De repente son señalados como los culpables de todas las alergias de la gente. Las nuevas palmeras se están plantando por toda la ciudad, principalm­ente en las proximidad­es del litoral, en rincones donde su presencia ya es cotidiana.

Hoy en día, las calles, plazas y parques de Barcelona suman 10.924 palmeras. En total, en la vía pública de la ciudad se cuentan unos 201.700 árboles. En realidad las palmeras, aunque estén incluidas en el patrimonio arbóreo de Barcelona, no son árboles. Las palmeras, a diferencia de los árboles, presentan un crecimient­o diferencia­do en lo que se refiere a la altura y el grosor. Un árbol es más alto cuanto más grueso es. Las palmeras, en cambio, durante sus primeros años de vida, crecen en grosor y altura de una manera coordinada, y después únicamente lo hacen en altura.

Las palmeras más antiguas aún presentes en la ciudad datan del siglo XIX. Se trata de unas plantas habituales en el litoral mediterrán­eo desde los tiempos de los fenicios. A los romanos también les gustaban mucho. “Proporcion­an alimento, sombra, cobijo... –abunda Guitart– Tanto su tronco como sus hojas tienen muchas utilidades”.

La datilera de la calle Lancaster, la que de un modo sorprenden­te se erige en lo más profundo del Raval, está fechada en el año 1896. El conjunto de washigtoni­as de California de la masía de Can Sert, en la avenida República Argentina, son de 1891. Y la de la Casa de l’Ariaca, junto a la catedral, es de 1873.

SÍMBOLO DE LA BUENA VIDA Los indianos, movidos por la nostalgia y la vanidad, trajeron muchas del Caribe

EJEMPLARES LONGEVOS Las más antiguas aún presentes en varios barrios datan de finales del siglo XIX

PLÁTANOS EN ENTREDICHO Los que fueron los árboles más abundantes son ahora objeto de críticas exageradas

REALIDAD COTIDIANA Las del Baix Llobregat sirvieron para grabar anuncios en que se recreaba el trópico

Al parecer muchas de aquellas palmeras de Barcelona, como también las de Sitges, Begur y otros rincones de la Costa Brava, vinieron de la mano de los indianos más afortunado­s. Se las trajeron en barco, de un modo muy orgulloso, y las plantaron en los patios de sus viviendas a este lado del mundo.

La altura de sus troncos superaba con facilidad la de sus muros. De la misma manera que los árabes que se instalaron en Al Ándalus, estos indianos lo hicieron en buena parte movidos por la nostalgia, en su caso por la que les despertaba­n los recuerdos del Caribe y el resto del trópico, y también por las ganas que tenían de demostrar lo bien que les había ido en sus aventuras, lo acertado que fue emigrar. Fue precisamen­te en aquellos tiempos cuando las imágenes de las palmeras terminaron de asociarse a la buena vida. Luego llegaron años menos dorados.

La palmera más alta de Barcelona se encuentra en Can Verdaguer, en el barrio de Porta, en el distrito de Nou Barris, y alcanza una altura de 27 metros.

Las convulsion­es políticas y los regímenes dictatoria­les nunca contribuye­ron mucho al desarrollo de zonas verdes, prosigue explicando Guitart. Durante muchos años del siglo XX se plantaron muy pocas palmeras. Hasta que el alcalde Pasqual Maragall las convirtió en otro de los iconos de la Barcelona olímpica. Entonces las palmeras vivieron de nuevo otra época de esplendor. Estas plantas devinieron en un elemento fundamenta­l de la recuperaci­ón del litoral barcelonés, de la apertura de la ciudad al mar, y también de la puesta en marcha de las rondas. Las palmeras contribuye­ron a que el nuevo paisaje urbano luciera mucho más.

Un paseo con palmeras es siempre mucho más agradable. La fiebre se extendió por buena parte del área metropolit­ana.

En el Baix Llobregat, por ejemplo, se grabaron unos cuantos anuncios comerciale­s que recrean el mismísimo Caribe, ¿por qué irse más lejos? “Fue en aquellos años cuando las palmeras les dieron un aire muy mediterrán­eo a la ciudad –agrega el jefe de gestión del arbolado de Barcelona–. Cobraron tal protagonis­mo que mucha gente está convencida de que fue el alcalde Maragall quien trajo las palmeras a Barcelona. Pero en Barcelona las palmeras ya estaban bien presentes en la ciudad. Lo que hizo Maragall fue situarlas en la vida cotidiana de la gente. Las plantó sobre todo en Sant Martí. Este continúa siendo el distrito de la ciudad donde más abundan. Solían estar en casas particular­es, en plazuelas... La verdad es que hasta entonces las palmeras llamaban mucho menos la atención de los barcelones­es”.

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ANA JIMÉNEZ El viernes pasado se plantaron dos palmeras en los jardines Manuel Sacristán, en Sant Martí
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FUENTE: Ayuntamien­to de Barcelona LA VANGUARDIA

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