Valentí Martínez
DTOR. FUNDACIÓ UNIV. DEL BAGES
Valentí Martínez dirige la Fundació Universitària del Bages (FUB), que ha promovido en el campus de Manresa un innovador y exitoso programa con título universitario propio para alumnos que sufren discapacidad.
Parecía improbable que la realidad desmintiera la certeza de la madre cuando respondió a su hija discapacitada que los campus universitarios estaban reservados al talento y la excelencia. “¿A la universidad? No, cariño. Tú no irás a la universidad”. Pero una suerte de coincidencias –o no tanto– ha permitido que la chica luciera la carpeta por toda la ciudad. Valentí Martínez, director de la Fundació Universitària del Bages (FUB), lo resumió en el solemne acto de graduación de la primera promoción de alumnos con discapacidad que se celebró el lunes 26 de junio, poco antes de que el coro entonara el Gaudeamus igitur.
El éxito del programa –resumió Martínez– se debe a la presencia en la ciudad de una potente e innovadora asociación dedicada a la discapacidad (Ampans) y a una universidad deseosa de aportar al campus la diferencia para ganar en diversidad. También se apoya en profesores volcados y en estudiantes de logopedia que se han presentado como mentores voluntarios. Y, finalmente, el proyecto encontró un cauce financiero gracias a la aportación económica del BBVA CX, que ha cubierto el 90% de los gastos, y que afianza su presencia en la comarca. “Cuando la FUB nos propuso colaborar en este proyecto, pionero en España, no dudamos en participar”, dijo Xavier Llinares, director territorial de la entidad.
“Tenía miedo pero lo he superado porque la gente me ha hecho sentir como un universitario más”, explica uno de los alumnos del grupo, que cuenta que el día que pisaron el campus y que Xavier Pous, empleado de la FUB, síndrome de Down, les mostró las aulas, la biblioteca y el bar, se fueron a comer al McDonald’s con sus carpetas.
El grupo, de 21 alumnos, es heterogéneo en capacidad intelectual (equivalente o inferior al 65%) y en edad (entre 25 y 50 años). Han recibido clases de economía, historia, cultura, salud y actualidad en un programa adaptado y flexible, con una duración de dos horas cada 15 días. “Preparamos unos temarios adaptados a su realidad pero con el objetivo de que fueran también muy prácticos”, indica la profesora de Logopedia Laia Cladellas, coordinadora del curso junto a Cristina Llois, de Ampans.
Jordi Conca, profesor de Economía y director de estudios de Administración de Empresas de la universidad –para quien fue una experiencia dar clases a alumnos con diferentes capacidades–, destaca la imprevisibilidad en las clases. Relata que la elaboración de un presupuesto ficticio derivó en un debate apasionado pues uno de los alumnos propuso no pagar el IVA a un profesional para que cuadraran las cuentas. ¿No pagar? ¿Para qué sirven los impuestos?
Otras clases han interpretado la realidad del entorno. Ahora ven los informativos y plantean sus dudas en clase. Una de las alumnas, que vende prensa en un quiosco, regala ahora unas palabras a sus clientes cuando les alcanza el diario: “¿Has visto el incendio de Doñana? Qué lástima”. Han pasado de preocuparse de sus personas a mirar el entorno social.
Se han descubierto aficionados a la poesía, pintores y fotógrafos. Uno de los estudiantes, rápido siempre en llegar donde suceden las cosas en la ciudad, abrió una página de Facebook. Colgó sus fotos. Empezó a tener seguidores y, este verano, un medio de comunicación local lo ha contratado como cámara.
Todos cuentan con historias escolares difíciles, de exclusión, fracaso y maltrato. Ninguno terminó la ESO. Y, sin embargo, nadie ha faltado a clase. Sólo les hacía falta encontrar un ecosistema adecuado que acogiera con paciencia sus dudas y sus diferentes ritmos de aprendizaje. “A veces hay que esperar a que otro comprenda –explica Meritxell García–, es que hay gente a quien le cuesta más”. Animada con la experiencia, se apuntó a dos módulos de segundo de ESO y ha obtenido un 10. “Voy a conseguir mi título y voy a independizarme”, ejemplifica con esta determinación el enorme impacto del programa.
El grupo, de 21 alumnos de 25 a 50 años, ha recibido clases de economía, historia, cultura y salud