Refugio de exiliados
Francia endurece el criterio para distinguir refugiados de inmigrantes económicos
El ministro del Interior francés anuncia que la capacidad de acogida de Francia pasará de 44.000 plazas en el 2012 a 88.000 en el 2019, repartidas por todo el territorio “según un cálculo demográfico”.
El ministro de Interior promete sistemas sanitarios y dos nuevos centros para 400 personas en Calais
Con las 3.500 plazas en el 2018 y 4.000 en el 2019 prometidas por el actual Gobierno, la capacidad de acogida de inmigrantes en Francia pasaría de 44.000 plazas en el 2012 a 88.000 en el 2019, repartidas por todo el territorio “según un cálculo demográfico”. En los dos próximos años habría 5.000 plazas más para refugiados, estatuto reservado a “quienes huyen de guerras y persecuciones”. Así lo anunció ayer Gérard Collomb, ministro del Interior y hombre fuerte del Gobierno, en el Journal
du Dimanche, quien endurece pues el criterio para distinguir entre refugiados e inmigrantes por causas económicas. Precisión: esa criba habría de hacerse “con eficacia y generosidad”.
En macronía toda frase contiene las tradicionales opciones de izquierda y derecha, lo que apoya el qué pero deja pendiente el cómo. Por ejemplo, la inevitable “conducción a la frontera de quienes no tengan derecho al asilo”. Y en la distribución de puntos de acogida pesará la reacción de los vecinos, que se han manifestado en contra, incluso con violencia.
Además de asegurar que de aquí a final de año nadie dormiría en la calle ni en los bosques, alusión directa a la llamada jungla de Calais, el presidente Emmanuel Macron postula una selección en los puntos de partida de la inmigración. Y especialmente, como predijo en la jornada de arbitraje entre los dos poderes de Libia, en aquel caos, que se ha convertido en Jauja para quienes comercian con el salto de los desesperados a Europa.
Entre tanto, la Ofpra, oficina francesa para refugiados y apátridas –que en el 2016 recibió un 7,1% más de demandas de asilo (un total de 85.726), de las que desestimó el 69,1%–, ha instalado un despacho en Nigeria para estudiar caso por caso y, de acuerdo con el país, desautorizar el viaje de los rechazados.
Pero si ya la expulsión fuera de Francia de quienes han llegado clandestinamente y no pueden optar al asilo plantea insalvables problemas operativos, esos consulados portátiles que seleccionarían en el origen suscitan ya protestas de las izquierdas. Más aún, se sabe que gran parte de los que, refugiados o inmigrantes, llegan a Calais no quieren ningún estatuto francés sino desembarcar en tierra inglesa.
Tras la denuncia del Consejo Constitucional sobre la falta de puntos de agua para la higiene en
la jungla, Collomb promete seis duchas, móviles como los sanitarios (“nada tiene que ser fijo”), de aquí a fin de mes. Y dos nuevos centros para 300 personas. Pero ya son unas 350 personas las que deambulan allí –y otra centena en Grande-Synthe–, según el propio ministro. La situación es “extremadamente compleja: desde el 1 de enero hubo 17.867 intervenciones policiales en el puerto y el Eurotúnel por asaltos a camiones o trenes de quienes sólo quieren atravesar el Canal”. Y “no queremos reeditar la experiencia de un centro para 400 personas que terminó con 8.000. Por eso los nuestros estarán situados lejos de Calais y de Dunkerque para evitar la repetición del problema”.
Collomb dice haber alcanzado acuerdos con Albania y Nigeria para cortar en origen el flujo de inmigrantes económicos que “ocupan el 20% de los centros previstos para refugiados”. Sobre todo porque “la reticencia de los franceses a que se instalen centros de acogida no se opone a los refugiados sino a los inmigrantes clandestinos”. También se prepara un proyecto de ley para reducir a seis meses el examen de los candidatos a obtener el asilo político.
La realidad siempre se impone. “En su época de ministro y luego como candidato, Macron pidió repetidamente a los europeos compasión hacia los refugiados –editorializó sobre el asunto el Journal du Dimanche–, lo que provocó choques con el primer ministro de entonces, Manuel Valls. Pero era otra época: Macron todavía no había llegado al Elíseo”.