Elefantes explotados
La industria turística del Sudeste Asiático es acusada de maltrato por los defensores de los animales.
El uso de elefantes en la industria turística en el Sudeste Asiático es un fenómeno en auge, aunque en la trastienda de esta actividad hay un cautiverio floreciente que escandaliza a los grupos defensores de los animales. Subir a lomos del gran paquidermo en un paseo turístico tiene una cara oculta: un trato animal inadmisible, según denuncia la oenegé World Animal Protection (WAP).
Países como Sri Lanka, Nepal, India, Laos, Camboya y, en mayor medida, Tailandia ofrecen múltiples y variados entretenimientos a los viajeros: trekkings por la jungla sobre los elefantes, experiencias en que los turistas pueden interactuar con estos animales (bañarse con ellos o darles de comer…), espectáculos de circo e, incluso, actividades en que los paquidermos pintan cuadros o juegan al fútbol. Pero toda esta diversión oculta a los turistas las duras condiciones en que viven la mayoría de elefantes en este cautiverio, el sufrimiento que padecen en los entrenamientos –para obedecer al adiestrador (mahout)– y la explotación a la que se someten (largas jornadas de trabajo), tal como indica el estudio de WAP “Taken for a ride” (Capturado para un paseo) .
Más de tres de cada cuatro elefantes utilizados en el entretenimiento turístico en estos países (77%) viven en condiciones que denotan un trato muy cruel, señala el informe. Esta entidad evaluó la situación de 2.923 elefantes usados en 220 centros turísticos entre el 2014 y el 2016. Su conclusión es que el grado de padecimiento de la mayoría de estos animales es severo.
“Cuando no trabajan, los elefantes están encadenados día y noche, y no se relacionan con otros de su especie. Su dieta es pobre, no reciben atención veterinaria adecuada y, a menudo, viven en lugares estresantes, con música fuerte, junto a carreteras o turistas ruidosos”, advierte el informe. “Queremos que los turistas sepan que muchos de estos elefantes son arrebatados a sus madres cuando son bebés; están obligados a soportar un duro entrenamiento, y sufren condiciones deplorables a lo largo de toda su vida”, apunta Jan Schmidt-Burbach, asesor veterinario de WAP.
Entre todos los países del Sudeste Asiático que explotan elefantes en la industria del entretenimiento turístico destaca Tailandia. El número de elefantes cautivos y empleados en el ocio se ha incrementado un 30% desde el 2010. A principios del siglo XX la población de elefantes salvajes ascendía a unos 50.000 ejemplares Sin embargo, las capturas para la industria del entretenimiento, la destrucción de su hábitat natural y la caza furtiva –el comercio ilegal de marfil– han reducido su número a unos 2.500-3.200. Por todo ello, el elefante asiático, distinto del africano –más pesado, alto y y de piel más arrugada)–, está en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Hasta 1989, los elefantes cautivos en Tailandia se utilizaban principalmente en la industria maderera. Pero, la prohibición de talas de bosques primarios (vírgenes) dejó a muchos propietarios de elefantes sin ingresos y eso les obligó a buscar fórmulas alternativas de empleo.
Los paseos en elefante se consideraron una buena opción al ser un trabajo menos duro que el campo. Así, los elefantes pasaron poco a poco de transportar madera a llevar turistas a cuestas. El boom turístico experimentado por el país en la última década ha contribuido a que este fenómeno se consolide. Tailandia ha duplicado sus visitas y ha pasado de recibir 15,9 millones de turistas en el 2010 a 32,6 millones en el 2016. Se estima que el 40% de estos viajeros montaron en elefante o planearon hacerlo, según encuestas de WAP a más de 2.000 turistas. Las cifras sugieren que en el 2016 los elefantes dieron 13 millones de paseos, tendencia que además creció un 4% respecto al 2014.
Casi tres décadas después de la prohibición de la tala, la mayoría de los antiguos elefantes madereros son viejos o han muerto y el beneficio a través del turismo es la principal razón para mantener la creciente población cautiva de elefantes.
En Tailandia, tras la prohibición de la tala, pasaron poco a poco de transportar madera a llevar turistas a cuestas