La Vanguardia

Dificultad­es

El futuro del FC Barcelona tras la traumática salida de Neymar; y el aumento de la conflictiv­idad laboral.

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UNA vez disipado el ataque de melancolía por la fuga de Neymar a París y el malhumor provocado por las declaracio­nes de los dos brasileños, padre e hijo, la junta directiva del Barça debe reflexiona­r sobre el futuro del club y del equipo. Básicament­e, para decidir si debe aceptar entrar en la jungla en que se ha convertido el fútbol o bien conservar los valores que, de momento y a pesar de algunos errores cometidos, siguen siendo una caracterís­tica de la entidad.

La reflexión que debe acometer el Barça requiere sobre todo calma. Un periodo tras el cual la junta deberá explicar a los socios cuál es la situación institucio­nal y deportiva del club, cuáles son las opciones y, finalmente, los objetivos y la decisión tomada. Es evidente que el Barça no parte de cero, ni mucho menos. Es un club modélico en muchos sentidos, que ha ostentado la hegemonía futbolísti­ca en los dos últimos lustros, que ha sabido ganarse la simpatía global por su forma excelente de jugar, fruto de una política futbolísti­ca fundada por Johan Cruyff, que ha sabido reunir a un plantel de jugadores de altísimo nivel basado en la formación de la cantera y que tiene en sus filas al mejor jugador del mundo, Leo Messi. Todo lo cual origina un volumen de negocio que le sitúa en la cumbre del fútbol.

La piedra de toque de esa reflexión es la gestión del capital aportado por el fichaje de Neymar por el PSG: el cheque de 222 millones de euros que ha ingresado el club. Una cifra estratosfé­rica, la más alta pagada hasta ahora en el planeta fútbol, que marea a cualquier mortal, al margen de las considerac­iones éticas que merece. Sin duda, la fuga de Neymar, el brasileño que el Barça fichó para relevar a Messi cuando este se retire, ha roto esquemas y ha sembrado amarguras. Pero hay que admitir que, como reza el refrán, las penas con pan son menos. Por tanto, el uso que la directiva de Bartomeu dé a ese ingreso marcará el futuro de la entidad. Si lo utiliza para un fichaje estelar –como algunos de los que se barajan en la prensa– puede no sólo equivocars­e deportivam­ente –como ya ha ocurrido en ocasiones similares–, sino que conduce al club hacia la jungla de la que se hablaba antes y en la que, por su propia estructura, tiene pocas o nulas posibilida­des de triunfar. Si, por el contrario, actúa de forma razonable y moderada y no utiliza los 222 millones para poner más presión inflaciona­ria en el mercado, sino para potenciar la filosofía del club –la cantera, los valores solidarios, el fútbol femenino y otros deportes–, la entidad habrá dado un paso decisivo. No sólo para distanciar­se de quienes pervierten el deporte y esperan sacar beneficio del Barça herido en su orgullo, sino para dar confianza a quienes piensan que el fútbol sigue siendo un transmisor de valores.

La tarea no es fácil. Mientras los órganos federativo­s no pongan remedio a la arriesgada escalada que vive el fútbol, el primer objetivo es sobrevivir. Y aunque es cierto que la deriva económica a la que lo han impulsado los que sólo ven el negocio es cada día más fuerte, caer en ella puede ser la muerte. Sólo actuando de forma inteligent­e y responsabl­e, sin precipitac­iones, para potenciar los valores propios y con una política informativ­a exhaustiva a los socios, el club puede sobrevivir con garantías de futuro y ser, al mismo tiempo, ejemplo de aquellos otros clubs de todo el mundo que temen por su continuida­d. El modelo es el Gamper de esta noche, cuyo invitado, el Chapecoens­e, es el club brasileño víctima de un desgraciad­o accidente de aviación.

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