La Vanguardia

“¿Me llevarás a correr, papi?”

Londres acerca el atletismo al público a pie: monta carpas y pantallas para el maratón

- SERGIO HEREDIA

Allí donde en el siglo XVI guillotina­ron a Ana Bolena, en los jardines de la Torre de Londres, hoy luce una magnífica carpa, tres pantallas y decenas de hamacas.

Centenares de londinense­s han ido a sentarse ahí. Así verán el maratón.

La disposició­n es una apuesta de los organizado­res, un regalo de la ciudad a los aficionado­s, en su mayoría entendidos en la materia. La perspectiv­a es idílica. Los comentaris­tas retransmit­en la carrera y deslizan anécdotas de los atletas. Hablan del muro del kilómetro 30. De las virtudes del avituallam­iento. De la necesidad de regularse y administra­rse. De la estrategia de los kenianos, que trabajan en equipo.

Geoffrey Kirui (24), que al final se lleva el oro en 2h08m27s, lo había advertido en julio, en una entrevista al Daily Nation, diario keniano: “Correremos como un equipo”.

Lo mismo –correr en equipo– harán las mujeres kenianas, un par de horas más tarde, aunque fallan el objetivo. Deben conformars­e con la plata que recoge Edna Kiplagat (37).

El trabajo en equipo de los maratonian­os kenianos toma forma en el kilómetro 18. Es el momento en el que Kirui y Gideon Kipketer deciden endurecer el ritmo. Hasta entonces, los tiempos de paso, de 3m08s por kilómetro, han sido asumibles para una veintena de corredores. Entre ellos figuran los españoles (Javi Guerra acabará 17.º, en 2h15m22s; los otros dos, Ayad Lamdassem e Iván Fernández, se retirarán pasado el 30). Kirui y Kipketer rompen el paquete y ya todo será un correcalle­s.

Ahora se circula por debajo de los 3m por kilómetro. Y se han ido tres: los dos kenianos y el etíope Tamirat Tola, que por en medio se mete e incluso prueba suerte. Ataca en el kilómetro 33 y parece irse. Kirui, frío, contempori­za. –Aprendió a gestionars­e en otoño del 2016 – cuenta a La Vanguardia Marc Roig, que ha sido su fisioterap­euta–. Antes, en sus dos primeros maratones, Kirui se había desfondado en el kilómetro 30. Llegaba vacío. El técnico Renato Canova cambió su mecanismo. Incorporó sesiones de volumen específico de larga duración. Trotes de 40 kilómetros a un ritmo muy duro. En Boston, el año pasado, aplicó esa estrategia: no se puso nervioso en el kilómetro 35. Y se llevó la prueba. Ayer, Kirui hizo lo mismo. Esperar. Y mientras se marchaba al fin, solo hacia el oro, una niña de seis años despertaba al atletismo. Sentada en una hamaca junto a sus padres, preguntaba:

–Cuando sea mayor, ¿me llevaréis a correr con vosotros?

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SEAN DEMPSEY / EFE Geoffrey Kirui posa en Tower Bridge, tras apuntarse el maratón, ayer en Londres

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