La Vanguardia

No tan elemental, querido Sherlock

Un pequeño espacio de North Gower Street es un lugar muy visitado de Londres: la casa de Sherlock en la serie de la BBC

- JORDI BASTÉ

Desde hace seis años cada vez que viajo a Londres me alojo cerca de la estación de King’s Cross. Por rutina, por superstici­ón, por comodidad, por lo que sea, me siento cómodo en el barrio. De la estación, una de las más grandes de la capital británica, nacen diferentes arterias que enlazan la zona con diferentes puntos. Casualment­e a dos paradas está la estación de Baker Street y a una, la de Euston. Ambas tienen como nexo de unión Sherlock Holmes. En la primera está la casa-museo del personaje de sir Arthur Conan Doyle. En la segunda, el exterior de la casa de Sherlock en la ovacionada serie, versión 2.0, de la BBC. En la línea de metro Jubilee, la estación de Baker Street tiene el aire misterioso de los relatos: oscura, antigua, con azulejos de obra vista, misteriosa .... En cambio, Euston no tiene nada que recuerde a Holmes.

Me confieso devoto de la serie de la BBC. Sherlock me ha sorprendid­o por el guion, por saber reinventar el personaje y situarlo en el siglo XXI, por tramar un misterio entre Holmes y su fiel cortesano Watson, por presentarn­os al malo más malo de todos los malos, James Moriarty, o la dulce más dulce de todas las dulces, la señora Hudson, propietari­a del piso donde vive el protagonis­ta en el 221 de Baker Street... Aunque por encima de todo, emerge el mejor Sherlock de la historia, Benedict Cumberbach. Es una serie pluscuampe­rfecta. Me invade la emoción cuando llego a una pequeña calle y me encuentro de frente el portal del piso de Sherlock y a su lado (oh, cerrado) el famoso bar Speedy’s sandwich bar and café con su inconfundi­ble toldo color burdeos. Me acerco al edificio. No es el portal 221, es el 185. No es Baker Street, es North Gower Street. Y sí que el bar es el bar. La puerta de la entrada al piso es idéntica y los barrotes que la delimitan, los mismos. Y, claro, allí mismo observo los curiosos basements (los pisos que están por debajo de la calle), tan típicos en Londres. Estoy por pulsar uno de los tres timbres que tiene la famosa puerta. ¿Y si me abre la señora Hudson? ¿O el mismo Sherlock? Se me acerca un chico chino, fan de la serie de la que asegura que “en China Sherlock es la serie preferida europea”. El chino, estudiante de medicina, también es un fan de las localizaci­ones. Me advierte que él ya ha tocado los tres timbres pero que no ha contestado nadie. O le sigo la loque cura o me bajo. Le advierto que el interior de la serie se ha rodado en unos estudios en Cardiff. Ya lo sabe pero quiere conocer el interior del edificio. Me voy y me pregunta dónde. Loco. Silencio. Dice que él va a ir al St. Bart’s Hospital, donde Sherlock, desde el techo, acaba la segunda temporada trágicamen­te.

Decido acompañar al chino, que se llama Martin, a la zona. Metro hasta Paddington. A pocos minutos del hospital vemos un homenaje floreado a William Wallace ya que en el exterior del St. Bart’s fue donde ejecutaron al héroe escocés. Observamos el lugar donde se situaron Sherlock con acompañant­e (arriba), Holmes y Lestrade (abajo) y a otra cosa mariposa. Me despido del amigo chino. Ha sido un placer. Igualmente. Estás como una cabra. Pues mira que tú. Risas. Y me suelta: “que pena que el Speedy’s esté cerrado por la tarde. ¿Y si desayunamo­s mañana por la mañana?” El chino me sorprende. Y yo a él. “A las nueve en la puerta”. Lo tomo como un delicioso ejemplo de globalizac­ión: un oriental y un occidental tienen un punto de encuentro que es un bar de una calle perdida de Londres al lado de un portal falso de un personaje de ficción. Surrealism­o maravillos­o.

A las nueve en punto estamos chino y catalán en la puerta del Speedy’s. El bar es un bar como una rosa es una rosa. Eso sí, garantizar­ía que más de la mitad de los presentes somos devotos de la serie. Miramos más el entorno ( a la captura de algo huela a Sherlock ) que los platos. Martin tiene hambre y se pide un Full English breakfast with black pudding. Pinta a desmesura calórica. Más modesto, señalo una tortilla de champiñone­s. El local tiene unas cuantas fotografía­s que indican que este efectivame­nte es una especie de local social de Sherlock. Imágenes de los actores en el bar, en el rodaje, con los camareros ..... Es un lugar de mesas y sillas de madera, con un pequeño mostrador donde puedes comprar comida para llevar ....

Una camarera trae la comanda. La cara del chino cuando ve el plato es la que hacía Fumanchú cuando no le entregaban la placa del Dalai en Los tambores de Fumanchú. Judías con tomates, salchichas, pollo rebozado, bacon, tostada .... y caloría, alegría. Le pregunto a la camarera por la serie y, casi de carrerilla, me suelta: “Te acostumbra­s a que la gente venga por Holmes y ves decenas de personas cada día haciendo fotos desde fuera. Te sientes como un mono en un zoo”. Ríe. El local ha sabido aprovechar la publicidad gratuita de la serie de la BBC. El bar, a esta hora de la mañana, está a tope con gente esperando fuera. La razón es elemental, mi querido Watson, es Sherlock.

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