A su manera
No hay quien pueda con el espíritu generoso y valiente del tenor Gregory Kunde. Con un amplia y dilatada carrera, superado un cáncer y con un sorprendente cambio de repertorio del belcanto más ligero a sus actuales compromisos que van desde el Otello de Verdi al Calaf de Turandot que acaba de debutar en Tel Aviv este mes de julio.
El domingo en Peralada el cantante de Illinois dio una lección de profesionalidad y tablas frente a un estado vocal de visible cansancio. Su debut en el festival ampurdanés, con un ambicioso programa basado en el corazón de la escuela canora italiana desde Bellini a Leoncavallo, lo resolvió con unos medios ajustados y un registro superior todavía flexible y sonoro. Si las canciones de Bellini sonaron algo morosas para un instrumento al que le faltó frescura y ligereza, con el aria del Pollione de la Norma belliniana, Kunde encendió al público con su carismático arrojo, un fraseo expresivo y agudos potentes; fue lo mejor de la velada.
A su lado, el pianista valenciano José Ramón Martín se mostró siempre atento a la respiración del tenor, pulido en su digitación y con buen estilo en todo el recital. La voz más mate que en otras ocasiones, sonó comunicativa en las canciones de Rossini, aunque con el aria Asile heréditaire del Guillaume Tell, la homogeneidad de la emisión se resistió y cortó con inteligencia una cabaletta no anunciada pero que pareció iba a acometer.
Con las canciones de Verdi volvió a demostrar su canto empático, correcta dicción y efusividad musical coronando con un Ma se
me forte perderti del Ballo in maschera de medido romanticismo. El duro final, con el verismo de Puccini y su Che gelida manina y sobre todo el icónico Vesti la giubba del
Pagliacci de Leoncavallo, confirmaron la profesionalidad del canto de Kunde, valiente y teatral, para una voz ya al límite. Dos bises con cambio de temática: What a
wonderful world y My way, sonaron como un bálsamo vocal frente a un público en pie que premió la entrega y calidez de un artista que supo triunfar a su manera.