La Vanguardia

“Allez, l’anglais! Bon voyage!”

- Lluís Uría

Un soldado asustado, casi un niño, corre desesperad­o por las calles desiertas de Dunkerque huyendo de las balas alemanas hasta refugiarse en una barricada guardada por soldados franceses. Se llama Tommy y es un jovencísim­o militar británico que sólo busca salvar el pellejo. Uno de los franceses, la mirada oscura, se gira hacia él y le indica que corra hacia la playa para ser evacuado: “Allez l’anglais! Bon voyage!”, ¡Vete, inglés! ¡Buen viaje!, le dice con sorna. En los primeros minutos de la película Dunkerque, el gran éxito del verano del realizador inglés Christophe­r Nolan, se intuye vagamente que la masiva evacuación entre el 25 de mayo y el 4 de junio de 1940 del ejército expedicion­ario británico, rodeado por las tropas del Tercer Reich junto a varias divisiones francesas y belgas frente a las costas del Canal de la Mancha, será posible porque 40.000 soldados franceses protegerán la retaguardi­a y se quedarán en tierra. Es apenas una fugaz pincelada –en un filme a mayor gloria del espíritu de lucha y unidad del pueblo británico– que no ha sentado muy bien en Francia. Por avara. En una tribuna publicada en Le

Monde, el teniente coronel Jérôme de Lespinois, historiado­r militar, se quejaba de que Nolan “ignora voluntaria­mente el sacrificio de los soldados franceses” y se dedica básicament­e a aportar “una piedra en la construcci­ón del sentimient­o nacional británico”. Misma percepción en el mismo diario del crítico cinematogr­áfico Jacques Mandelbaum, para quien el punto de vista del director británico es “una punzante descortesí­a, una lamentable indiferenc­ia”. Y de su colega de Le Figaro Geoffroy Caillet, que censura el poco rigor histórico: “El foco elegido por Nolan es tan estrecho que no permite comprender el episodio histórico más que lo que nos hubiera informado sobre la batalla de Waterloo una cámara GoPro a bordo del caballo de Napoleón”.

Los franceses no son los únicos quejosos. En la India algunas voces se han levantado también para criticar que la película ignore olímpicame­nte la “significat­iva contribuci­ón” –en palabras de The Times

of India– de los soldados indios, por más que sólo hubiera 2.500 desplegado­s.

La polémica es recurrente y se ha reproducid­o en muchos otros filmes. ¿Debe juzgarse una película por su rigor histórico –por no hablar de su corrección política– o únicamente por su valor artístico? Es evidente que Dunquerke no aspira en absoluto a lo primero. Expone de forma magistral –con la inestimabl­e aportación del protagonis­ta, el actor británico Fionn Whitehead– el sufrimient­o de los soldados, su pánico, su lucha desesperad­a y brutal por la superviven­cia. Lo que importa a Nolan son exclusivam­ente los militares británicos y su peripecia humana. Los franceses –soldados y civiles– son una sombra. Como los indios. Como los alemanes. Como las mujeres... En realidad poco importa. No es ese el mayor problema. Hubiera sido probableme­nte una obra redonda si no hubiera caído también, sobre todo al final, en un patrioteri­smo británico más bien barato, propio de estos tiempos del Brexit.

Pero si la polémica ha cuajado en Francia es porque entre los dos países ha quedado un recuerdo amargo de aquel episodio. La evacuación de Dunkerque fue una proeza y un milagro, que permitió salvar –las cifras varían entre los historiado­res– a entre 320.000 y 338.000 soldados aliados –la mayoría británicos, pero también franceses y belgas– de ser capturados por los alemanes, cuando el Almirantaz­go británico sólo aspiraba a recuperar a 50.000. Un hito fundamenta­l de la guerra, puesto que evitó que Inglaterra quedara desarmada frente a Hitler y, al igual que Francia, obligada a capitular. Muchos factores contribuye­ron al éxito de lo que se convino en llamar operación Dynamo: la forzada generosida­d de los soldados franceses, desde luego, pero también la masiva movilizaci­ón de buques británicos –hasta 800 barcos de pesca y de recreo se sumaron a la Royal Navy para el rescate–, la calma del mar esos días y el frenazo, durante 48 horas, del avance de las divisiones blindadas de los Panzer alemanes, que los ataques aéreos de la Luftwaffe no lograron compensar. Lo cierto es que las relaciones entre Londres y París, a nivel político y militar, experiment­aron en esos dramáticos momentos fuertes tensiones. Los británicos desconfiab­an de forma creciente de sus aliados, a quienes veían cada vez más próximos a arrojar la toalla, mientras que los franceses observaban cómo sus socios se disponían a dejarlos aparenteme­nte en la estacada. No era así, pero la decisión británica de ordenar la evacuación sin avisar provocó muchos resquemore­s y dio alas después al régimen de Pétain para cultivar cierta anglofobia.

También hubo tensión en las playas, cuando soldados franceses que pretendían subir a los barcos fueron –a veces violentame­nte– rechazados por los ingleses. Hay quien ha querido negarlo, pero episodios de este tipo, que la película recoge, han sido documentad­os por historiado­res de ambos lados, como el británico Antony Beevor.

La película puede tener inevitable­mente una lectura actual, a la luz de la brecha –y el tiempo dirá si no es un abismo– que se ha abierto entre el Reino Unido y Europa con el Brexit. En cierto modo, ese reflejo aislacioni­sta, ese repliegue nacionalis­ta tintado de xenofobia que atraviesa hoy el Reino Unido, ese orgulloso e imperial nosotros solos

frente al mundo, impregna también el espíritu del filme. Los soldados británicos agolpándos­e en las dunas de Dunkerque para abandonar el continente bien podría ser una alegoría de su partida hoy de la Unión.

Allez les anglais! Bon voyage!...

Sólo que en aquel momento los ingleses se fueron para regresar. Pero Theresa May no es Winston Churchill...

La película ‘Dunkerque’ ha suscitado polémica en Francia por minimizar el papel del ejército francés

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MELINDA SUE GORDON / EFE Imagen de la película ‘Dunkerque’, del realizador inglés Christophe­r Nolan
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