La Vanguardia

Una cuestión de escobas

- Sergi Pàmies

El éxito de la propaganda gráfica radica en suscitar una reacción inmediata de adhesión o rechazo. La CUP ha sabido presentar su cartel con honores de noticia –en agosto, ya se sabe– y las reacciones confirman el acierto de la estrategia. Aquí ya no se puede hablar ni de vandalismo ni de kale borroka ya que la manifestac­ión se inscribe en el ámbito, indispensa­ble en democracia, de la libertad de expresión. Si, con buen criterio, hemos integrado el trabajo de las revistas satíricas o los gags del Polònia, es lógico que, en un ámbito mucho más ideologiza­do, el cartel genere la sana polémica del me gusta, no me gusta o me la suda. Esta semana ya tuvimos un ejemplo de campaña (Demòcrates per Catalunya) igualmente legítima pero que –todo es cuestión de gustos– parecía más torpe y utilizaba un humor maniqueo y poco elaborado.

Y es que en materia de provocació­n también hay clases. Y es evidente que la CUP y la izquierda radical tienen mucha más práctica y tradición en este ámbito que Demòcrates per Catalunya. Quizás por eso, las discusione­s generadas por el cartel tienen el aliciente de acumular reacciones contradict­orias e incluso hay quien se escandaliz­a que la persona que barre sea una mujer (¿por qué no?) y no entienden la presencia del torero tuerto (¿por tuerto o por torero?), lamentan que Artur Mas acompañe a Jordi Pujol e incluso encuentran de pésimo gusto que aparezca una persona muerta como Rita Barberá.

Otro acierto del cartel es utilizar el símbolo de la escoba, que conecta con ancestrale­s y paganas interpreta­ciones de purificaci­ón espiritual y recursos folklórico­s tan preservado­s como utilizar la escoba no sólo como utensilio de limpieza sino también para mantener a raya a los malos espíritus o para poner detrás de la puerta cuando tus invitados excesivame­nte locuaces se eternizan. ¿Hubieran podido utilizar una escoba más moderna, como las eléctricas que se anuncian incansable­mente en las fascinante­s teletienda­s? Quizás sí, pero el consumo eléctrico tampoco habría conectado con la conciencia ecológica de la CUP y se entiende que el modelo de escoba elegido sea el más asequible y popular. La oferta en el sector es considerab­le y se vende por partes. Por un lado, el cepillo. Por otro, el mango. Lo mismo pasa con los recogedore­s, que pueden ser de una pieza (y te tienes que agachar) o con mango (que evita lumbalgias sobrevenid­as tipo Rajoy). La parte del cepillo más habitual es la especial para espacios pequeños (3,29 euros, no es el caso de la de la CUP, que debemos interpreta­r que aspira a limpiar toda la superficie terrícola) y otra, más ambiciosa (5,39 euros), que se ofrece con el eslogan de “3 en 1: antichoque, antipolvo y antipelos”. Aquí el problema sería que, históricam­ente, la CUP ha demostrado que es comprensiv­a y tolerante con el choque, no se asusta por el polvo y no condena ni combate la libre exhibición de pelos.

Las discusione­s generadas por el cartel tienen el aliciente de acumular reacciones contradict­orias

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