La Vanguardia

Una doble muerte pactada conmociona el Eixample

Los vecinos del bloque tratan de asimilar el caso de un hombre que mató a su madre y se suicidó, días después de la muerte del padre

- FEDE CEDÓ

EL MENSAJE Los Mossos investigan una nota de suicidio en la que la familia advertía de la ingesta de pastillas

LA COMUNIDAD A las inquilinas más jóvenes les llamaba la atención el atractivo rubio del cuarto piso

La investigac­ión que los Mossos d’Esquadra mantienen sobre la muerte de una mujer de 59 años y su hijo de 30 en la calle Còrsega encubre el drama de una familia que decidió acabar con su vida por no soportar la ausencia del padre, un vigilante de seguridad de una instalació­n barcelones­a de tiro olímpico que el lunes falleció víctima de un cáncer terminal.

La esposa habría conminado a su único hijo, que vivía con el matrimonio, a acabar con su vida. Así lo plasmaban en una supuesta nota de despedida que la policía habría encontrado en el domicilio. Una tragedia anónima que casi ha pasado desapercib­ida en una comunidad habituada a los disturbios. “Oímos discusione­s a las diez de la noche y de nuevo a las dos de la madrugada”, explica una de las vecinas, Diana, que reconoce haber oído también gritos de mujer, aunque no hizo caso “porque es lo habitual en un bloque tan conflictiv­o como este”. Sin embargo, nadie en la escalera declaró haber oído los disparos, los dos que acabaron con la mujer y el tercero, con el que su hijo puso fin a su vida.

En el bar 7 días recuerdan al joven, al que cariñosame­nte llamaban Peluche, término con el que en Ecuador definen a los hombres atractivos. Cada día solía ir a a desayunar un café con leche y “esporádica­mente un cruasán”. La propietari­a del establecim­iento, Sara, lo describe como “un chico tímido, atractivo, rubio, alto, con pelo largo y gafas”. La camarera no daba crédito ayer al dramático desenlace familiar, aunque recuerda que la madre había repetido hasta la saciedad el día del funeral de su marido que “no podría vivir sin él”. Una forma de hablar que los testigos atribuyero­n a la desesperac­ión y que nunca sospecharo­n que se concretara en un desenlace tan luctuoso. Al parecer, fueron unas muertes pactadas, que madre e hijo planificar­on con la ingesta de pastillas y alcohol. Pero por circunstan­cias aún investigad­as se materializ­aron con disparos.

Los fallecidos eran una familia tan anónima que ni sus vecinos sabían sus nombres, que tampoco han trascendid­o “porque los Mossos arrancaron la tarjeta del buzón”. Una familia barcelones­a del Eixample. La soledad era su signo. Nunca llamaban la atención ni se relacionab­an con una comunidad en su mayoría formada por inmigrante­s, sobre todo procedente­s de Ecuador y Perú.

Recuerdan que “la mujer no se dejaba ni ayudar con el carrito de la compra”, que acarreaba pacienteme­nte hasta el cuarto piso sin ascensor.

Eran los inquilinos más antiguos. Llevaban en el edificio más de 35 años y sólo les encontraro­n a faltar sus familiares más directos. “Una hermana del marido llamó a los Mossos preocupada por la falta de respuesta y el abatimient­o de su cuñada y de su sobrino tras la muerte de su hermano”.

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ANA JIMÉNEZ El piso de la calle Còrsega en el que los Mossos investigan un parricidio y un suicidio

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