Lo sutil... en Torroella
Academy of Ancient Music
Lugar y fecha: Festival de Torroella de Montgrí. Espai Ter (10/VIII/2017)
Creo que hay cierta indulgencia en el verano para reflexiones de esas de “sobrevolar”, ya que además la calidad de los programas de algunos conciertos lo permiten. Quienes nos ven desde fuera se asombran del alto nivel de algunas propuestas del verano en Catalunya.
En cuanto a la reflexión a partir de este concierto de Academy of Ancient Music, prueba que hay diferencias culturales y de concepción del hecho musical en distintos países europeos que nos llevan a pensar que ante la obra de Bach, por ejemplo, centros musicales especializados en el barroco como Italia, Francia, Inglaterra y Alemania, establecen diferentes concepciones.
No es fácil por ejemplo –yendo a lo contradictorio– encontrar versiones convincentes de la Pasión
según San Mateo por intérpretes franceses o italianos, y sí en cambio son –como también parece ser nuestro caso– muy eficaces en su propio universo barroco. En el mundo de la Reforma, que concierne a Alemania e Inglaterra, sus propuestas suelen ser incluso conmovedoras, como vemos en el caso de John Eliot Gardiner.
Este prolegómeno apunta a que en el concierto que nos ocupa, dominó en manos de estos británicos la claridad, lo sutil –tanto en los pasajes agitados como en los más íntimos– que es una de las cualidades de su producción musical que llega hasta Elgar, o incluso a sus compositores actuales que participan de una modernidad diríamos respetuosa.
Llamó la atención al culto público de Torroella los detalles que marcaron la versión del Brandemburgués nº 5 de Bach que abrió el programa, con excelente trabajo de traverso, violín y clavecín, en la que el concertino impuso unas dinámicas tan tenues que incluso hicieron peligrar el equilibrio. Lección magistral del clavecinista Alastair Ross en su solo. No fue una versión de elocuencia y vigor, que hubiesen asumido incluso los alemanes, y sin duda los italianos, sino que la expresión se centró en lo sutil. El mismo carácter asumió el nº 4 que cerró el programa, con muestras del virtuosismo del concertino Rodolfo Richter y de los flautistas, con un sutil e inspirado diálogo violavioloncelo.
Telemann, que a diferencia de Bach, gozó de amplia aprobación en su tiempo, ocupó la parte central del programa. A la vez que Bach era un músico en que lo racional le llevó a búsquedas aliadas con lo artístico, Telemann escribía de forma más cortesana, más comprensible, y la versión que escuchamos de su Concerto para flautas dulce y traversa en Mi menor, subrayó lo cortesano y luminoso de esa música; y volviendo a lo sutil, el Largo inicial hacía imaginar un espacio principesco iluminado con candelas. Los rasgos popularescos del Presto final, la destreza de los arcos, precedieron una versión muy ilustrativa de la Suite Burlesca de Don Quijote, nuevamente afín a los pianissimi y el fraseo galante y expresivo.