Sevilla ‘descubre’ un tesoro del barroco
Tras años de cierre, reabre San Luis de los Franceses, la emblemática iglesia y noviciado de los jesuitas hasta su expulsión
Los sevillanos recuperan una de sus principales joyas del barroco, el periodo artístico más prolífico en la ciudad. El conjunto monumental de San Luis de los Franceses, situado a espaldas de la basílica de la Macarena, se reabre sin cortapisas al público, que aportará una cantidad simbólica, entre uno y cuatro euros, para colaborar en las labores de mantenimiento.
San Luis de los Franceses, hoy propiedad de la Diputación provincial sevillana, fue el último vestigio del enorme poder que la Compañía de Jesús tuvo en Sevilla, hasta su expulsión definitiva en 1835. El conjunto acumula más de 2.200 metros cuadrados e inicialmente fue concebido como noviciado para los jesuitas. Las obras comenzaron en 1699 y finalizaron en 1731. Su iglesia principal es un canto desbordado a las figuras y las obras de los grandes santos de la Compañía, de los que los novicios debían ser fieles imitadores. Trazada con una planta de cruz griega, una rareza en Sevilla, a ella se abren varios retablos dedicados a Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Francisco de Borja, Luis Gonzaga o Estanislao de Koska, los grandes santos jesuitas.
La idea motriz del arquitecto, Leonardo de Figueroa, era despertar la capacidad de asombro de quienes entraran por primera vez en el espacio, puro artificio barroco que embotara los sentidos mediante una apabullante representación artística que impresionara a los fieles.
El resultado es el triunfo absoluto del artificio, del trampantojo; un monumento excelso y excesivo, dedicado a San Luis, rey de Francia y primo de Fernando III el Santo, por expreso deseo de la noble Lucía de Medina, que donó el terreno para que se construyera y que, a cambio, está enterrada en la Capilla Mayor.
Sobre la iglesia principal se eleva una espléndida cúpula, sustentada aparentemente por 16 columnas salomónicas, elaboradas en espiral, como se cree que eran las que sustentaban el templo de Jerusalén. Pero es una nueva burla a los sentidos ya que en realidad la bóveda está apoyada en cuatro enormes pilares, ahuecados en su interior para alojar varias capillas. Un engaño más del barroco.
Además de la iglesia principal, la restauración se ha centrado en la conocida como Capilla Doméstica, la destinada en exclusiva a los novicios jesuitas, que presentaba un estado de abandono importante, y la rehabilitación e iluminación de la cripta, la última morada de los jesuitas sevillanos. En total, más de 3,6 millones de euros, de los que el Estado, con cargo al programa cultural del Ministerio de Fomento, ha aportado el 75% .
Todo el conjunto se ha encontrado cerrado al público durante décadas. Tras la expulsión de los jesuitas fue seminario, hospital, fábrica y hospicio en el siglo XIX. La iglesia permaneció cerrada y sin culto durante varias décadas. Tras su adquisición por la Diputación Provincial en 1984, se han venido desarrollando pequeñas obras de restauración que cogieron impulso a partir de 2010, aunque no ha sido hasta ahora cuando los sevillanos y turistas van a poder disfrutar de esta obra maestra del barroco sin cortapisas.
“Cumplimos el compromiso que tenemos adquirido con los sevillanos para devolverles, restaurado y puesto en valor, un bien patrimonial de interés cultural que es único, para su uso y disfrute, y mantenerlo intacto para la próxima generación”, asegura Fernando Rodríguez Villalobos, presidente de la Diputación sevillana. La intención de esta institución es que, en el futuro, el conjunto se convierta en un gran museo provincial, en el que quedaría expuesto su importante patrimonio histórico-artístico.
La restauración ha costado más de 3,6 millones de euros, de los que el Estado ha aportado el 75%