El sabio Joan
Siempre que observo a Montserrat Soler, nacida en Palafrugell, veo en ella a esas mujeres fuertes de las que habla la Biblia. Fuertes, capaces y con sentido del humor, algo de lo que la Biblia va, por cierto, escasa, pero así suelen ser los libros escritos por barbudos. Además, Montse sabe contar grandes historias de Palafrugell y preparar unos oportunos y definitivos gin-tonics que, bebidos junto a la mar de S’Alguer, favorecen la meditación mediterránea, que siempre ha sido superior a otras meditaciones más o menos religiosas o espirituales. O sea, que una vez al año tengo el privilegio de compartir en una de las antiguas barracas de pescador de S’Alguer, un gin-tonic preparado por Montse y el insuperable arroz cocinado por Anna Casadevall.
Si Montse es la fortaleza, el puerto seguro, la intuición, que es ese atajo que suele coger la inteligencia, Anna es la alegría. Porque esta gran cocinera tiene la mirada alegre, luminosa, contagiosa como un acorde de buzuki, los años me regala un buen rato de amistad, supe que había encontrado a mi filósofo de cabecera. A sus 85 años, este hombre robusto, de estatura mediana y nadador diario, en la mar o en la piscina, es una mirada inteligente y certera. Mucha mirada certera y las palabras justas siempre pronunciadas o dichas con gran sentido del humor. Lo que muchos siguen aún buscando en algún gurú o antigurú, indios, por supuesto, como aquel famoso Krishnamurti o en aquel otro, que no sé si acabó en la cárcel y del que fue fiel seguidor Nicolás Maduro, yo lo encontré en Joan Pagès. Lo que quiero decir, no te espantes, Joan, es que cuando compartimos mesa, cuando conversamos, cuando permanecemos en silencio compruebo que aún hay personas inteligentes y con el suficiente sentido común como para no abandonar alguna esperanza. Joan no enseña, pero a su lado, aprendes. Y no necesita acudir al incienso quemado, a la larga barba o los collares de flores.
Sentado junto a Joan Pagès frente a la mar de S’Alguer siempre