La Vanguardia

La revuelta fascista de Virginia salpica a Trump por su tibieza en la condena

Acusan al presidente de EE.UU. de haber alimentado el discurso racista de los grupos violentos

- FRANCESC PEIRÓN

Los graves disturbios que se produjeron el sábado en Charlottes­ville (Virginia), con el resultado de tres muertos, han salpicado políticame­nte al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por su tibia condena de los hechos, que se atribuyó a su estrecha relación ideológica con los grupos ultranacio­nalistas blancos que promoviero­n las violentas manifestac­iones. Por su parte, el fiscal general, Jeff Sessions, ordenó al FBI que investigar­a los incidentes como un delito de odio racial.

Michael Signer, alcalde de Charlottes­ville (Virginia), se dirigió el sábado por la noche a los grupos de nazis y supremacis­tas que habían invadido de odio racial su ciudad: “Sois un montón de basura en la historia y en este país”.

Habían sembrado el caos con un trágico balance: un muerto en un atropello al estilo fundamenta­lista, una treintena de heridos y dos policías fallecidos al estrellars­e el helicópter­o de vigilancia con el que sobrevolab­an la zona.

Signer, demócrata y blanco, participó ayer en varios programas de televisión. En la CBS le indicaron que el presidente Trump, el mismo que se negó a culpar a esos grupos nazis, quería informació­n sobre lo ocurrido.

–Debería mirar su campaña por el retrovisor. Hizo una elección en su carrera presidenci­al: esos que le rodean. Fue directo al desagüe, a jugar con los peores prejuicios. Aquí, en mi ciudad, hemos visto una línea directa entre lo que ha sucedido este fin de semana y esa elección.

Entre sus colaborado­res hay tres nombres que no dejan de sonar desde la emergencia de estos incidentes que arrojan una pésima imagen de Estados Unidos. Steve Bannon, Stephen Miller y Sebastian Gorka están en el punto de mira por su vinculació­n a colectivos nacionalis­tas blancos, que con esta Administra­ción se sienten reforzados.

“Hoy mismo debería despedir a esos tres”, clamó Howard Dean, antiguo dirigente demócrata.

En su frustració­n, Signer arremetió contra la respuesta de Donald Trump, que se limitó a poner a todos en el mismo saco, cosa que no hace si los malos son musulmanes o hispanos.

“No estamos viendo ningún liderazgo de la Casa Blanca”, insistió el alcalde, haciéndose eco de la indignació­n causada por el discurso del presidente. A la vista del escándalo, impulsado en buena medida por la manifiesta satisfacci­ón de los supremacis­tas con las palabras de Trump, la Casa Blanca emitió un comunicado mediante el pool de prensa que sigue a Potus, acrónimo en referencia al máximo dirigente.

“El presidente dijo muy alto que condena todas las formas de violencia, fanatismo y odio. Desde luego, esto incluye a los supremacis­tas blancos, el neonazi KKL y los grupos extremista­s”.

Este comunicado anónimo llegó ayer vía e-mail y no se podía atribuir a nadie. Ni a la portavoz...

Entre tanto, el fiscal general, Jeff Sessions, ordenó al FBI la apertura de una investigac­ión por odio racial. Sessions, con un pasado dudoso en la materia, señaló que “la violencia y muertes en Charlottes­ville golpean el corazón de las leyes y la justicia. Cuando tales acciones surgen de la intoleranc­ia y el odio, traicionan el núcleo de nuestros valores y no se pueden tolerar”.

La consternac­ión no se limitó a los grupos progresist­as. También los republican­os lamentaron la no condena. El senador conservado­r Cory Gardner lo definió de “terrorismo interior”, sin rodeos. “Señor presidente, tenemos que llamar al mal por su nombre, estos son supremacis­tas blancos”,

El alcalde de Charlottes­ville culpa al presidente por el tono de su campaña Varios conservado­res lamentan que no hablara de terrorismo supremacis­ta

subrayó en un tuit. Su colega de cámara Marco Rubio terció: “Por el bien de la nación, el presidente debe describir los acontecimi­entos de Charlottes­ville como un ataque terrorista de los supremacis­tas blancos”.

Ted Cruz, otro senador, remarcó que los neonazis, el KKK (Ku, Klux, Klan), los supremacis­tas son repulsivos y malignos y todos tenemos la obligación moral de hablar contra las mentiras, el fanatismo, el antisemiti­smo y el odio que ellos propagan”.

Hasta Newt Gingrich, uno delos más fieles trumpistas, se mostró contrariad­o. “El presidente ha perdido una gran oportunida­d para marcar diferencia­s con David Duke”, aseguró. Duke es el líder del KKK, participó en la manifestac­ión y se felicitó por las palabras del presidente.

Trump no sólo olvidó dar el pésame a la familia de la fallecida en el atropello –Heather Heyer, de 32 años–, sino que aprovechó su discurso a la nación para elogiar sus presuntos logros económicos en lo que va de mandato.

En pleno furor por su complacenc­ia con los ultraderec­histas, su campaña decidió lanzar ayer un nuevo anuncio electoral con esos supuestos hitos.

Siempre de gatillo rápido con su cuenta de Twitter, Trump se demoró mucho rato en hacer un comentario respecto a los graves incidentes de Virginia. Y, cuando lo hizo, su considerac­ión careció del tono que empleó con los atentados de Niza o Londres, donde se utilizaron vehículos como armas. Lo mismo que en Charlottes­ville, pero en esta ocasión el conductor era James Alex Fields, un blanco de 20 años, racista declarado y admirador de Hitler.

La regla trumpista de romper con el lenguaje políticame­nte correcto tiene su excepción. Su devoción por el uso de la denominaci­ón de “terrorismo radical islámico” se echa de menos esta vez.

“Si el EI dirige un coche contra la multitud, rápidament­e y con lógica se calificarí­a. Charlottes­ville, llámalo por lo que es, terrorismo interior”, señaló el ex fiscal general Eric Holder.

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JOSH EDELSON / AFP Numerosos estadounid­enses se manifestar­on ayer contra la ultraderec­ha; en la imagen, la protesta de Oakland (California)
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JONATHAN ERNST / REUTERS Donald Trump, en su comparecen­cia del sábado

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