El Instagram de Cadaqués
LA imagen de Cadaqués ha sido subida a Instagram cerca de 300.000 veces. Es mucho más de lo que correspondería al municipio por su número de habitantes. Como referencia, l’Hospitalet, la segunda ciudad catalana, no llega ni a las 100.000 fotos compartidas. En verano, la vista de las casas blancas con la cala al fondo, o de la cala con las casas blancas al fondo, se repite tanto en la red social que uno llega a desear que el departamento de censura de Instagram aplique a Cadaqués el mismo criterio restrictivo que a las fotos sexuales explícitas, a la propaganda política o a las escenas de violencia extrema. Por saturación, por reincidencia. Por ecología. Para evitar que nos pase con Cadaqués lo mismo que con nuestras canciones predilectas el día que las usan en un anuncio (¿quién no aborreció la sublime Ain’t no mountain high enough de Marvin Gaye cuando la secuestró una compañía de telefonía?).
La sobrerrepresentación de Cadaqués en el imaginario paisajístico de los catalanes, en cualquier caso, nos invita a reflexionar: ¿no estaremos ensalzando tanto este pueblo por el hecho de habernos cargado los demás cadaqués que había en la costa catalana, y porque sólo nos queda ya uno que salga bien en todos los encuadres? Claro que hay vistas fantásticas de Llafranc, Calella, Tossa..., pero a la que mueves un poco la cámara te aparece el desarrollismo por las esquinas, y no precisamente el franquista. Por suerte para todos, hay otras costas europeas donde pueblos con la magia de Cadaqués no son tan excepcionales como aquí. Dicho sea esto con permiso del irrepetible Dalí y su circunstancia.
Ahora podríamos extendernos sobre aquel informe de Greenpeace que denunciaba que Catalunya ha arruinado la mitad de sus primeros 500 metros de costa, ocupando el segundo lugar en capacidad destructiva detrás de la Comunidad Valenciana. Pero, por respeto a quienes pasan hoy un merecido día de playa, no lo haremos.