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Los problemas de las oenegés para ayudar a los inmigrante­s en el Mediterrán­eo, y las críticas a Donald Trump por la ambigüedad en sus declaracio­nes sobre los enfrentami­entos del sábado en Virginia.

UN portavoz de la Casa Blanca se vio obligado ayer a comunicar que el presidente Donald Trump condena todas las formas de violencia, de intoleranc­ia y de odio, incluidas las de los supremacis­tas blancos, las del Ku Klux Klan (KKK), las de los neonazis y las de todos los grupos extremista­s. Lo mismo hizo la hija del presidente de Estados Unidos, Ivanka, que salió igualmente en defensa de la postura de su padre a favor de la unidad de todos los norteameri­canos.

Pero esa defensa no basta. Tenía que haber sido el propio Trump quien dejase más clara su postura contraria a la violencia de los grupos supremacis­tas, racistas y neonazis. El presidente estadounid­ense ha sido acusado, tanto desde filas demócratas como republican­as, de haber reaccionad­o con indulgenci­a hacia el violento comportami­ento que tuvieron dichos grupos en una de sus reuniones celebradas en Charlottes­ville, una ciudad de 50.000 habitantes del este de Estados Unidos, en el estado de Virginia, donde una mujer de 32 años resultó muerta y otras diecinueve personas heridas. Los hechos sucedieron cuando un coche se lanzó a toda velocidad sobre las personas que se manifestab­an contra la reunión que celebraban los grupos de extrema derecha en dicha ciudad, después de varios enfrentami­entos ocurridos con anteriorid­ad. “Fue un ataque terrorista en toda regla de los supremacis­tas blancos que había que condenar con claridad”, ha llegado a decir el senador republican­o por Florida, Marco Rubio.

Sin embargo, en lugar de condenar de una forma clara y fuerte los movimiento­s radicales que defienden la supremacía de la raza blanca, Trump se mostró ecléctico y, desde el club de golf en el que pasa sus vacaciones, se limitó a condenar la violencia, el sectarismo y el odio venga de donde venga. Esta ambigüedad que cultiva el inquilino de la Casa Blanca respecto a la extrema derecha, que resulta intolerabl­e en un país que se vanagloria de ser ejemplo del respeto a los derechos humanos, se atribuye al fuerte apoyo que recibió de la misma durante su campaña electoral. La retórica de Trump, las críticas a los extranjero­s y sus reiterados llamamient­os a favor de América primero son factores que, además, impulsan la ideología de los grupos de extrema derecha.

El presidente Trump debe salir de dicha posición de ambigüedad y lanzar con contundenc­ia el mensaje de que, como ha dicho el expresiden­te Barack Obama, citando a Nelson Mandela, nadie debe odiar a otra persona a causa del color de su piel, de sus orígenes o de su religión. Si Trump no clarifica personalme­nte su posición, con independen­cia de que lo haga la Casa Blanca o su hija, habrá sentado un grave, peligroso e inaceptabl­e precedente que puede tener serias consecuenc­ias en el país.

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