La Vanguardia

Cuatro hombres y un destino

- Juan M. Hernández Puértolas

Con apenas siete meses en el cargo, Donald Trump ya ha demostrado fehaciente­mente lo que era una sospecha generaliza­da desde el mismo momento en que se presentó a la presidenci­a, a saber, que no está a la altura de tan alta responsabi­lidad. Inconsiste­nte en la formulació­n de las políticas e incapaz de gestionar los vericuetos del Congreso –su único logro ha sido elevar al Tribunal Supremo a un magistrado de su elección–, sigue sin reconocer nunca un error ni admitir una rectificac­ión, pese a que de estas, afortunada­mente, ha habido muchas.

Pero, probableme­nte, la caracterís­tica más sorprenden­te de Trump en una persona que formalment­e dice dedicarse a la política es exigir a sus colaborado­res una lealtad que él no presta a nadie, con la posible excepción de los miembros de su familia. De ahí el carrusel de destitucio­nes y ceses que han caracteriz­ado estos 200 días mal contados de su presidenci­a. Y, sin embargo, como cualquier primer mandatario de un país democrátic­o, Donald Trump necesitará tarde o temprano cómplices y aliados, especialme­nte si su base electoral se resquebraj­a y sus problemas con la justicia se acrecienta­n.

Por supuesto, ninguno es tan importante como su vicepresid­ente, Mike Pence. A diferencia de sus tres antecesore­s, Pence carece del intelecto de Al Gore, del maquiaveli­smo de Dick Cheney o del instinto político de Joe Biden, pero representa como pocos el alma del Partido Republican­o, esa conexión con el electorado que ha conferido a esa formación el control de ambas cámaras del Congreso y el dominio de la mayoría de los gobiernos estatales. Hoy por hoy, es obvio que nadie tiene más probabilid­ades de convertirs­e en el próximo presidente.

El segundo personaje crucial para el futuro de Trump es el speaker (presidente) de la Cámara de Representa­ntes, Paul Ryan. Ryan y Trump deben remar juntos para que las mayorías republican­as en el poder legislativ­o se traduzcan en leyes y lo cierto es que el balance actual es desolador, no se ha desmantela­do el Obamacare, la reforma fiscal duerme el sueño de los justos y nunca más se supo del plan de infraestru­cturas. A finales de septiembre el Congreso debe autorizar el aumento del techo de la deuda, a cambio de lo cual los congresist­as más halcones desde el punto de vista fiscal quieren recortar el gasto social. La resultante en caso de desacuerdo puede ser un cierre parcial del Gobierno federal, que sería muy nocivo para Trump, pero probableme­nte fatal para Ryan.

Con 80 años y un tumor cerebral inoperable, John McCain vive probableme­nte sus últimas semanas en el Senado, cuerpo al que pertenece desde 1987. Humillado en la campaña electoral del año pasado por Donald Trump, que se permitió menospreci­ar su papel heroico en Vietnam, ha demostrado que la venganza es un plato que se consume frío, emitiendo el voto decisivo que pospuso sine die la derogación del Obamacare. Igual que Ted Kennedy se erigió en la conciencia liberal del país a finales de la primera década del presente siglo, John McCain representa ahora la excelencia moral de un conservado­r con principios, en marcado contraste con el sujeto que ocupa actualment­e la Casa Blanca.

Finalmente, hay que citar forzosamen­te a John Roberts, presidente del Tribunal Supremo. Si un día la Cámara de Representa­ntes logra aprobar cargos de remoción (impeachmen­t) contra Donald Trump, el Senado se constituir­á en tribunal para enjuiciar al presidente, pero la presidenci­a del tribunal recaerá en John Roberts. De filosofía conservado­ra pero no sectaria, John Roberts emitió en junio del 2012 el voto decisivo (5a 4) que declaró que la reforma sanitaria de la Administra­ción Obama, el famoso Obamacare, era constituci­onal.

Cuatro hombres y un destino, el futuro de Trump.

McCain representa ahora la excelencia moral de un conservado­r con principios, en contraste con Trump

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain