La Vanguardia

La falsa solución libia a la inmigració­n

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MIENTRAS la canciller Angela Merkel anuncia una cumbre europea sobre el problema de la inmigració­n para finales de septiembre y promete a Acnur y a la OIM que Europa acogerá a otros 40.000 refugiados (20.000 más de los previstos), las oenegés más activas en el Mediterrán­eo sufren el acoso de las autoridade­s italianas y libias para que dejen de ayudar a embarcacio­nes de inmigrante­s con el argumento de que su acción humanitari­a actúa de efecto llamada.

Todo parece indicar que la ola de inmigrante­s y refugiados que afecta a Europa ha disminuido. Según cifras oficiales de las Naciones Unidas, en lo que va de año han llegado a los países del sur del continente europeo 117.795 personas, casi un 55% menos que en el mismo periodo del 2016, cuando los llegados fueron 264.381. Es evidente que el cierre de la frontera griega y el acuerdo con Turquía han funcionado para frenar de forma tan notable el fenómeno, aunque la costa sur italiana es ahora la más demandada, con casi cien mil inmigrante­s en lo que va de año. Visto el éxito, Europa (y Merkel) trata de establecer con Libia un acuerdo similar al de Turquía, instalando en aquel país norteafric­ano un conjunto de campamento­s de acogida, administra­dos por las agencias de la ONU, a las que Merkel ha prometido una ayuda de 50 millones de euros más.

Otro aspecto relevante de los cambios habidos en la presión inmigrator­ia sobre los países del sur de Europa es el número creciente de mi grant es que tratan de llegar alas costas español as, que se ha multiplica­do casi por cuatro en lo que va de año (8.385 personas) con respecto al mismo periodo del 2016 (2.476 llegados). Según la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s, de seguir creciendo esta tendencia, España podría superar a Grecia en la cifra de personas llegadas a sus costas al finalizar el presente año. Aunque el dato es relativo si se tiene en cuenta que la presión inmigrator­ia sobre el país heleno ha disminuido drásticame­nte en lo que va de año: ha pasado de 161.232 de enero a agosto en el 2016 a 12.191 en lo que llevamos de año.

La presión que las autoridade­s europeas y norteafric­anas están ejerciendo sobre las oenegés que actúan en el Mediterrán­eo para acudir en ayuda de embarcacio­nes repletas de inmigrante­s también empieza a tener sus consecuenc­ias. El pasado sábado, la organizaci­ón Médicos Sin Fronteras anunció la suspensión de las actividade­s de su buque Prudence debido a las restriccio­nes impuestas por los gobiernos de Libia y de Italia. Para esta oenegé, “si los barcos humanitari­os son expulsados del Mediterrán­eo, habrá menos buques que impidan que las personas se ahoguen. Aquellos que no se ahoguen serán intercepta­dos y llevados de vuelta a Libia, un lugar en el que sabemos que no hay ley, se practican las detencione­s arbitraria­s y una extrema violencia”. Una denuncia a la que se ha sumado Open Arms, uno de cuyos buques de socorro fue objeto la semana pasada de amenazas de ser tiroteado por parte de la armada libia. Un informe reciente de Oxfam Intermón acusaba a las autoridade­s libias de prácticas de “torturas, violacione­s y condicione­s laborales de esclavitud” con los migrantes que intentan viajar a Europa.

A la vista de todos estos aspectos, resulta evidente que la “solución libia” al problema de la migración hacia Europa no parece, de momento, la más adecuada desde un punto de vista humanitari­o. Aquel país norteafric­ano sigue siendo un Estado fallido, a pesar de los esfuerzos que unos y otros están haciendo para estabiliza­rlo. Y mientras eso no ocurra, habrá que pensar en otras soluciones al problema inmigrator­io.

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