“Venimos con resignación”
La última jornada de paros parciales, con la presencia de la Guardia Civil en los filtros de seguridad, fue la más calmada de todas
El Prat de Llobregat
Bajo la atenta mirada de los agentes de la Guardia Civil que supervisaron los filtros de seguridad, cuya mayor presencia fue evidente, el aeropuerto de El Prat vivió ayer una jornada tranquila. De todas las fechas con paros parciales en los controles, fue el día con menos colas. La espera máxima se produjo a las cinco de la mañana y fue ligeramente superior a los 30 minutos. Nada que ver con la hora y media vivida en días anteriores. A media mañana se recuperó la normalidad y ya no se superaron los 20 minutos de espera. Incluso en muchos tramos horarios no hubo colas.
El despliegue del Instituto Armado dictado por el Gobierno, anunciado por el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, el viernes y que ya se pudo ver entonces, no sustituyó el trabajo de los empleados de Eulen. La Guardia Civil sí veló por el estricto cumplimiento del 90% de servicios mínimos establecido durante los cuatro paros de una hora de duración en los filtros de seguridad, y se aseguró de que no se realizara huelga de celo en los periodos en que no estaban convocados los citados paros.
Cesaron las colas pero no la previsión de los pasajeros que, una vez más, volvieron a presentarse en el aeropuerto con mucha antelación. “Esta maleta la llevo llena de paciencia”, aseguraba Ignasi Jaumandreu antes de partir en dirección a Moscú. Es lo usual estos días entre los viajeros. Él, su pareja y unos amigos volaron a las 12.15, pero cuatro horas antes ya estaban intentando facturar. “Venimos con resignación y cierta tensión por lo que pueda pasar, pero sin cabreo”, indicó mientras esperaban a que abriese el mostrador. Como él, la mayoría de los pasajeros son conscientes del conflicto y muestran civismo.
Siempre hay excepciones. Y algunas de ellas se han dado ante los mostradores de facturación, otro punto caliente al soportar largas colas, producidas por la antelación de los viajeros que acuden a facturar sus maletas, incluso antes de que el servicio esté abierto. “El nerviosismo se genera cuando el despegue del vuelo se acerca y llegan los últimos pasajeros”, relataba Ariadna Esteve, encargada de atender a los clientes de United Airlines. Y es que los más rezagados temen perder el avión. “He visto a gente incluso a punto de pegarse”, aseguraba la empleada.
Dani Gutiérrez acompañó a una amiga que volvía a Kíev. “Vale la pena madrugar, hemos preferido evitarnos sustos de última hora”, subrayaba pasadas las nueve de la mañana. “Entiendo que los trabajadores quieran mejores condiciones y que lo pidan ahora porque tienen más poder”, señaló Gutiérrez. Su amiga, con una evidente cara de sueño, decía que le gustaba más Barcelona cuando no había “tanto turismo” y no estaba tan “masificada”.
John y Lisa, una pareja de Nueva York que, acompañados de su hija Mally, volvían ayer a casa en un vuelo con escala en Roma, no fueron tan previsores y llegaron con dos horas de antelación. Y eso que estaban prevenidos de la jornada de paros. “Nos avisaron de la huelga unos amigos, aunque no sabemos de qué se trata exactamente”, contaba John. Al final todo les fue bien, pues ayer las cintas para regular las colas donde se acumularon miles de personas durante los últimos días estaban prácticamente vacías. “Nos ha encantado Barcelona, y aquí en el aeropuerto han sido muy amables”, añadió después de facturar las maletas muy rápido”. Suerte que volaron de vuelta a casa ayer.
La mayoría de los pasajeros se mostraron cívicos ante la espera, pero también hubo quien perdió los nervios