El show de Cristiano
El portugués marca un golazo, exhibe pectorales y acaba expulsado
Cristiano consiguió ayer lo imposible: que barcelonismo y madridismo lo diesen como auténtico protagonista del primer clásico de la temporada. El portugués, que saltó al campo cuando quedaba poco más de media hora de juego, fue capaz de lo mejor y de lo peor para completar un espectáculo tan digno de elogio como de burla. El portugués no dudó en utilizar todo su repertorio, el futbolístico y el escénico: marcó un golazo, lució pectorales y se lanzó a la piscina, para acabar expulsado. El show debió acabar ahí, aunque Cristiano quiso añadirle una propina: un empujón al árbitro De Burgos Bengoetxea antes de abandonar el terreno de juego que le debería –o no– costar una sanción.
Al saltar al campo, con el partido empatado y media hora por delante, el portugués cumplió con su cometido y consiguió cambiar una dinámica que no favorecía a su equipo. A la primera clara que tuvo dribló a Piqué y disparó una rosca imparable para Ter Stegen. Un gol celebrado por un grada salpicada de camisetas blancas en una imagen insólita. El partido no estaba incluido en el abono de temporada y el clásico, por muy oficial que fuese, se convirtió en una fiesta para miles de turistas y buena parte del madridismo catalán con el aval del club blaugrana.
Era el 1-2 a falta de 10 minutos y, en plena euforia, tras el jugador afloró el personaje. En su afán de competir con Messi, el portugués no dudó en quitarse la camiseta para mostrarla a la grada, como el argentino hizo en el último clásico del Bernabeu. No sin antes hacer su obligada pose de culturismo. Un acción que le costó una merecida tarjeta amarilla.
Pero el espectáculo de Cristiano no acababa ahí. Le faltaba el piscinazo de rigor, que llegó en una acción con Umtiti cuando trataba de adentrase al área con el balón controlado. El central blaugrana cargó en la pugna y desequilibró al madridista, aunque en ningún caso fuera del reglamento. Y Cristiano se lanzó, protestó y se ganó la segunda amarilla, dejando a los suyos con uno menos y sin su presencia el miércoles en el partido de vuelta. Quién sabe si también en algún partido de Liga.
Su actuación, en cualquier caso, fue el complemento perfecto para un partido que desde el principio fue más una fiesta que un clásico ante un público ávido de espectáculo, del signo que fuese. Con el barcelonismo de vacaciones o delante del televisor en la apuesta del club de hacer caja, los cerca de 90.000 espectadores que ayer no dudaron en celebrar tanto los goles del Barça como los del Madrid y ovacionar tanto las acciones de Messi como las de Isco o Marcelo se encontraron con la guinda de Cristiano. El portugués nunca decepciona.
SIN SOCIOS Su gol lo celebró una grada repleta de camisetas blancas en una imagen insólita
LA DESPEDIDA Antes de dejar el terreno de juego dio un empujón al árbitro que podría costarle –o no– una sanción