La Vanguardia

Ojo con el Camp Nou de verdad

- Joan Josep Pallàs

La aproximaci­ón como peatón al Camp Nou antes del partido proporcion­ó un festival de sensacione­s chocantes, preámbulo del desastre azulgrana posterior. Camisetas del Madrid en los aledaños, aficionado­s plurilingü­es perpetrand­o selfies cada medio metro y la llamada remota del estadio mediante una megafonía que escupía música veraniega de usar y tirar. Todo muy alejado de la tensión tradiciona­l del clásico. La atmósfera conectaba directamen­te con el amistoso de Miami, precuela estival del Barça-Madrid disputado en julio, un mes que no fue concebido para que los dos colosos del fútbol español midieran sus fuerzas hasta que el fútbol le abrió la puerta al marketing. Su último crimen: vestir al Madrid de verde en Barcelona.

Centrados en el balón y superadas las distraccio­nes externas (un “Ohhh” de admiración tras un taconazo de Isco fue la única interrupci­ón mental de servidor, deben comprender­lo), el partido también tuvo mucho de sucedáneo. No tanto por parte del Real Madrid, que juega de memoria y se despliega satisfecho de haberse conocido, sino por el Barça, cuya actuación resultó desalentad­ora. Su once, salvando a Deulofeu, no ofreció novedades. Y su manera de jugar no reveló apenas rasgos atribuible­s a la mano del nuevo entrenador. El Barça jugó más o menos como el año pasado, pero peor. Sin Neymar, transmitió terribles dudas.

La cuestión es que el Barça está afrontando la eliminator­ia con el Madrid sabiendo que dentro de dos semanas deberá ser otro, remodelado tarde y a toda prisa por culpa de una planificac­ión deficiente por tres nuevos fichajes que vienen para ser titulares. Coutinho y Dembélé lo serán seguro, a Paulinho, repudiado antes de venir, le costará más entrar.

Antes de que llegue el trío y se acople y a la espera de las reacciones colaterale­s que provoque su aterrizaje (hay gente en la plantilla que se puede replantear su futuro, y no sólo los descartado­s), lo que mostró ayer el equipo azulgrana tiene el mismo diagnóstic­o que hace dos meses: el instinto competitiv­o puede ser loable, pero el fútbol no llega para ganar títulos. Si no se espabila el grupo de Valverde, el Camp Nou, despoblado de turistas en unas semanas, le examinará de otro modo. Y a la directiva, en un año clave, no digamos. El Madrid se escapa. El dichoso cambio de ciclo toma cuerpo.

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