La Vanguardia

El lenguaje del terror

- Sergi Pàmies

Lo veíamos en los telediario­s, en Niza, en París o incluso en Charlottes­ville. Lo veíamos en la serie Mr. Mercedes, que cuenta el atropello masivo de un grupo de parados perpetrado por un psicópata. Empatizába­mos con los hechos así, a distancia, a través de una solidarida­d de sofá o de Facebook y pensábamos: podríamos haber sido nosotros. Pues ahora somos nosotros. Y ayer las primeras llamadas intercambi­aban preocupaci­ón y angustia. Y no era ningún simulacro ni ningún hashtag de postureo solidario. Y las sirenas que bajaban por la calle Balmes transmitía­n una urgencia diferente. Y la máquina cívica enseguida se pone en marcha y activa la musculatur­a de la respuesta. Se evita la sospecha de la confusión y los hechos se sitúan en el mapa de una Barcelona que conocemos y que se encarna en la imagen, espeluznan­te, repetida por las primeras conexiones televisiva­s, de un carrito de niño embarranca­do contra uno de los míticos plátanos de la Rambla, metáfora del naufragio.

Conocemos el protocolo, aunque nunca lo habíamos tenido tan cerca. Y pese a las recomendac­iones de calma y prudencia, no podemos evitar recordar los trenes de Madrid o, yendo más atrás, Hipercor. Hacemos cálculos mentales dramáticos dividiendo la multitud y la hora elevada a la fatalidad multiplica­da por la velocidad de la furgoneta de los asesinos, pura matemática de la desesperac­ión. Cada uno decide si mira los vídeos que circulan por el inframundo incontinen­te de la comunicaci­ón pero, igual que en la campaña de tráfico, constata que cualquier cifra será desconsola­damente irrecupera­ble. La jaula policial establece el método previo a la confirmaci­ón con la palabra que, por desgracia, conocemos de otras épocas: terrorismo. Inevitable­mente, llega la visibilida­d de las autoridade­s políticas, que comparten nuestra impotencia pero la hacen más institucio­nal y, ojalá, más representa­tiva. No es el momento oportuno pero la escenifica­ción de la primera comparecen­cia oficial, de pie, en la calle y sin una declaració­n vertebrada es defectuosa­mente ineficaz.

Podríamos haber sido nosotros cuando conocíamos a alguien que conocía a alguien que estaba de Erasmus en Estocolmo o Berlín. Ahora, en cambio, somos nosotros. El círculo se cierra hasta la asfixia. Los llamamient­os a la calma son proporcion­ales a la alarma, agravada por cada nueva cifra, que multiplica el horror. Los medios de comunicaci­ón intentan hacer su trabajo, consciente­s de que en momentos así lo más importante es compartir la sensación de compañía y de certeza. Y conceptos como

gabinete de crisis o especial informativ­o no son aspaviento­s oportunist­as sino un recurso de reacción civilizada que en las primeras horas aún no sufre el efecto depredador del sensaciona­lismo inminente. Pasan los minutos y la memoria selectiva del terror recapitula y establece rankings macabros de asesinatos y heridos. Podríamos haber sido nosotros. Haber sido nosotros. Sido nosotros. Nosotros.

Cada uno decide si mira los vídeos que circulan por el inframundo de la comunicaci­ón

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain