La Vanguardia

La lucha por un piso del Raval

Un holandés trata de convencer a dos ocupas de que abandonen su vivienda

- LUIS BENVENUTY ANA JIMÉNEZ (FOTOS)

Hans reúne a sus amigos en un bar del barrio del Raval. Acaba de aterrizar en El Prat. Está muy disgustado, un tanto desbordado, no sabe bien qué hacer... “El sábado me llamó un vecino y me preguntó si había alguien en mi casa”. Hans es holandés, un farmacéuti­co jubilado que en el 2004 se compró un piso en la calle de la Cera. Hans y su pareja acostumbra­n a pasar de vez en cuando unos cuantos días en la ciudad. Entretanto un amigo suyo profesor universita­rio suele pasar allí tres o cuatro noches por semana. “Mi vecino me dijo que habían entrado unas mujeres, que se oían muchos ruidos, que las verjas de la ventana que da al rellano desapareci­eron. Así que cogí un avión y…”.

Lo que ocurre es que hace tres semanas el profesor universita­rio se fue de vacaciones. Últimament­e, en el Raval, resulta muy arriesgado irse de vacaciones. “Llamamos a la puerta –dice un amigo de Hans– ¡y cuando abran entramos todos a la vez!”. “No, eso es ilegal. Mejor llamamos a la policía”. “¿Ilegal? ¿entrar en tu propia casa es ilegal? ¡qué locura!”. “Lo mejor que podemos hacer es ir a la casa, explicarle­s la situación y, si es necesario, llamar a la policía...”. Los amigos de Hans, la mayoría holandeses, principalm­ente profesiona­les liberales de mediana edad, recuerdan aquellos tiempos, en los 80, en los que en Amsterdam se ocupaban únicamente viviendas de veras vacías.

Hans trata de abrir la puerta, pero las cerraduras fueron cambiadas. “Hola, ¿qué hacéis en mi casa?”. Las dos mujeres cierran de manera violenta la ventana que da al rellano. “Fuera de aquí”, gritan. Hans no sabe qué hacer. Un amigo de Hans les dice de un modo muy calmado que pueden arreglarlo todo en un momento, que si se van de la casa no llamarán a los Mossos d’Esquadra, que si llaman a los Mossos d’Esquadra todo será mucho más complicado para todos... Las dos ocupas reponen que ellas acaban de llamar a a los Mossos d’Esquadra. “Nosotras pagamos mil euros por las llaves de este piso. Nos dieron las llaves. Llevamos aquí un par de semanas. No nos vamos a marchar a ningún sitio”. Hans logra echar un vistazo por la ventana que da al rellano y el ceño se le frunce aún más. No logra ver ni rastro de su televisor, de sus lámparas, de muchos de sus muebles...

Los amigos del dueño no entienden por qué no pueden entrar a las bravas en su propiedad

Las ocupas aseguran que pagaron mil euros a un hombre a cambio de las llaves

“Vamos ¡entramos por la ventana y la sacamos!”. “No, hombre ¡así nos vamos a meter en un lío!” .

Cuatro agentes de los Mossos no tardan en llegar al lugar, llaman a la puerta de la vivienda, piden a Hans y sus amigos que bajen las escaleras. “Todo esto es muy complicado –tratan de explicar a los holandeses–. Nosotros únicamente podemos actuar conforme a la ley”. Los holandeses dicen que no lo entienden, que nada tiene sentido, que no pueden comprender cómo... Al cabo de un cuarto de hora uno de los agentes sale del piso y comunica a Hans que las dos ocupas acceden a abandonar la vivienda. Al parecer resulta tan obvio que el piso de marras es una vivienda habitual, que no se trata de ningún modo de una vivienda abandonada, que imputarán a las dos mujeres un delito de violación de domicilio, lo que siempre se vino a llamar allanamien­to de morada. Además, Hans lleva encima toda la documentac­ión de la propiedad. Entre tanto las dos mujeres abandonan el piso a toda velocidad, arrastran su maleta escaleras abajo.

Al final los peores augurios de Hans parecen hacerse realidad. Dice que su casa fue desvalijad­a, que se llevaron sus libros y sus discos, sus lámparas y sus cuadros. También se llevaron su televisor. Un agente le dice que ha de pasarse por la comisaría para tramitar la correspond­iente denuncia. Hans encuentra algunas prendas suyas en una maleta abandonada. Las ocupas dejaron en la mesa un cazuela de arroz con pollo. En el dormitorio hay un montón de preservati­vos. De repente a Hans su casa le da asco.

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ANA JIMÉNEZ Una explicació­n tras otra El dueño del piso primero trata de hablar con las ocupas que han entrado en su vivienda
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Muchas explicacio­nes
El dueño del piso explica a los mossos desplazado­s al lugar lo ocurrido Muchas explicacio­nes
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Y el piso quedó limpio Al final las ocupas decidieron marcharse. El dueño denunciará que muchas propiedade­s suyas desapareci­eron de su casa
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