La Vanguardia

Pintadas en el BCE

- Beatriz Navarro

Cuesta imaginar que los ejecutivos que a diario traspasan apresurado­s las puertas del Banco Central Europeo vayan a reparar en ello, pero si miraran con atención algunas de sus paredes se encontrarí­an algunos mensajes desconcert­antes. “Secretos financiero­s no demasiado grandes detrás de esta puerta”, ha escrito alguien con rotulador junto a una sala. “Quizás soy más especial que los demás”, se lee más allá en un sensor para tarjetas de acceso a una zona restringid­a. Con pulso tembloroso, una mano anónima ha dibujado: “Los ojos de un hombre en bancarrota”. “Un pequeño tiburón financiero”, se lee junto a una diminuta aleta. ¿Les toman el pelo o hay algún activista o poeta infiltrado en el BCE?

Las intrigante­s pintadas son, en realidad, arte. Su autor es Nedko Solakov y complement­an su obra principal en el edificio, una piedra metálica gigantesca que –según se lee en una placa– ha colocado de forma temporal hasta que el BCE “cumpla definitiva­mente todos sus objetivos, cuando cumpla todas las misiones que tiene encomendad­as” y sus empleados estén “totalmente satisfecho­s” con su trabajo. Entonces, promete, instalará allí “una gloriosa obra de arte”.

El proyecto del aclamado artista búlgaro, conocido por desafiar las expectativ­as del público, fue uno de los elegidos por el comité artístico del BCE para decorar su nueva sede, inaugurada con cuatro años de retraso en el 2015, en plena crisis griega y en medio de fuertes disturbios (costó 1.200 millones de euros, 300 más de lo previsto). La obra es una descarada burla a las restriccio­nes impuestas por el banco a los artistas. Les dijeron que podría medir hasta 53 metros de altura pero luego resultó que no debía interferir con los sensores de la alarma contra incendios. Podían usar todo el espacio pero, ay, al mismo tiempo la obra no podía pesar demasiado porque debajo hay un parking. Ah, y debía caber entre las estrechas cristalera­s laterales del edificio para poder introducir­la en la sala...

Una institució­n tan exigente como el BCE nunca podrá darse por satisfecha con su trabajo, ironiza Solakov, así que nunca llegará a colocar la obra de arte definitiva. Bromas artísticas aparte, sus diminutas 83 pintadas son lo más parecido a una autocrític­a que esta cronista pudo oír entre sus paredes durante una visita a Frankfurt en julio. “Los artistas van a menudo por delante de su tiempo”, dijo el presidente del BCE, Mario Draghi, en la inauguraci­ón de las obras. Draghi, que no da puntada sin hilo, reivindicó el arte como forma de “abrazar la posibilida­d de que coexistan perspectiv­as diferentes, incluso incoherent­es”. Tras casi seis años al frente de la institució­n más importante de la zona euro, vilipendia­do por la opinión pública alemana por birlarle sus ahorros con su política monetaria, el italiano sabe de qué habla. “El arte defiende la idea de la tolerancia, de entender que la diferencia nos enriquece, y refleja sin igual –añadió– la idea de Europa unida en la diversidad”.

Nedko Solakov ha prometido colocar una “gloriosa obra de arte” en el BCE cuando este cumpla todos sus objetivos

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