La Vanguardia

La banalidad del mal

- Màrius Carol

HANNAH Arendt fue la primera persona en hablar de la banalidad del mal. Esta politóloga alemana de origen judío sostenía que el mal tenía su origen en la falta de reflexión, en la ausencia del pensamient­o crítico. El problema del mal banal –pero extremo– es que sus motivacion­es no son racionales. No hay motivos específico­s, sino superficia­les en la argumentac­ión del agente maligno.

Cuando se habla de los atentados terrorista­s, nuestra civilizaci­ón, que es hija de la Ilustració­n, del pensamient­o racional y del saber científico, intenta buscar las razones del otro, piensa qué habremos hecho mal, siente mala conciencia porque cree que se podrían haber hecho mejor las cosas. Es sano, inteligent­e e incluso justo indagar en qué hemos fallado. Pero segurament­e resulta ingenuo y excesivame­nte racional autoculpar­nos. Hay gente joven, a menudo frágil, que cae en las redes de los sectarios, que les prometen mundos inexistent­es si bien a algunos les parece encontrar en sus fábulas el sentido a su vida. Más de una vez hemos oído alabanzas varias al modelo catalán de integració­n. Y no hay que tener dudas de que es bueno y facilita la convivenci­a. Pero eso no es un salvocondu­cto para una sociedad sin terrorismo. Hay que perseverar en el modelo, pero sabiendo que el trabajo de educadores, pedagogos o asistentes sociales puede venirse abajo si no estamos atentos a otras influencia­s.

Los jóvenes de origen marroquí de la célula yihadista que ha atentado esta semana en Catalunya tienen su origen en Ripoll y parecían la prueba del nueve de esta capacidad integrador­a. Como lo demuestran sus notas en el instituto Abat Oliba o su participac­ión en el equipo de fútbol sala de la peña barcelonis­ta. Pero la influencia de un imán salafista pudo ser fatal. Se teme que él les podía haber radicaliza­do e insuflado el rencor para matar a sangre fría. De la banalidad del mal a la semilla del diablo.

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