Dogmatismo excluyente
La implicación del imán de Ripoll en los brutales atentados yihadistas que han golpeado Catalunya; y el paulatino aislamiento de Donald Trump en la Casa Blanca.
ACOSTUMBRA a decirse, y en la mayoría de los casos es cierto, que gran parte del éxito de una persona en su actividad profesional viene dado por el hecho de saber rodearse de buenos asesores y consejeros, a los que hay que estar predispuesto a escuchar, aunque muchas veces no te guste lo que digan.
No sabemos si Donald Trump ha tenido muchos y buenos consejeros en sus negocios privados, pero en lo referente a sus equipos asesores como presidente de la primera potencia mundial tiene serios problemas. En poco más de seis meses de mandato, el rosario de dimisiones o ceses de altos cargos de la Casa Blanca es ciertamente espectacular. Esta es una somera lista: en febrero dimitía su consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn; a finales de mayo lo hacía el director de Comunicación, Mike Dubke; unos días después, el portavoz presidencial, Sean Spicer, en protesta por el nombramiento de AnthonySc ar amucci como sustituto deDubke. Para más inri, sólo diez días después S caramucci era despedido de su cargo por el presidente. Aún hay más: el jefe de Gabinete del presidente, Reince Priebus, era echado de su cargo por Trump, acusándole de efectuar filtraciones a los medios de comunicación, siendo sustituido por el exgeneral de marines John Kelly, que fue quien indujo al presidente a defenestrar a Scaramucci. Y hace unos días, Trump decidía eliminar los foros de asesores económicos tras la dimisión de varios empresarios por su tibia reacción ante los incidentes racistas de Charlottesville. Entre los dimisionarios, los responsables de empresas como Intel, Merck y Under Armour. Y para redondearlo, el presidente despidió anteayer a Steve Bannon, el polémico jefe de Estrategia de la Casa Blanca.
Trump es libre de elegir y cambiar a los miembros de su equipo, pero cuando estos se marchan o son despedidos resulta evidente que hay un problema dentro de la Casa Blanca, y ese problema lo está dejando cada vez más aislado. El presidente no sólo no goza del favor de los demócratas –cosa previsible– sino que se está viendo abandonado por su propio partido, muchos de cuyos líderes y destacados congresistas –empezando por los dos expresidentes Bush–no sólo se han desmarcado de algunas de sus decisiones o comentarios sino que las han criticado abiertamente. Sus políticas en temas como el cambio climático, la inmigración o recientemente el racismo no han hecho más que hacerle perder amigos y aliados por el camino.
Algo parecido le sucede en política exterior. La encuesta del Pew Research Center evidencia que el mundo no confía en Trump como líder internacional. La diplomacia nunca ha sido su punto fuerte, y son muchos los aliados reticentes a dejar en sus manos la resolución de conflictos. Lo cual no es en absoluto una buena noticia para EE.UU.