SECUELAS TRAUMÁTICAS
Un estudio de la Universidad de Boston advierte de la relación del fútbol americano con enfermedades neurodegenerativas
Un estudio de la Universidad de Boston advierte de la relación del fútbol americano con enfermedades neurodegenerativas.
“El football forma parte de nuestra cultura; cada domingo millones de estadounidenses nos sentamos delante del televisor para ver la NFL”, dice Jesse Mez, profesor de Neurología en la Universidad de Boston. Desde hace años, en Estados Unidos los domingos ya no pertenecen a la iglesia. Se los ha robado el fútbol americano. Cada fin de semana los partidos de la Liga Nacional de Football (NFL), principal competición profesional del deporte, tienen una audiencia media de 19 millones de espectadores. La última edición de la Super Bowl, la final de la competición, congregó a 111 millones de espectadores, un 73% del share.
Mez es uno de los autores de un estudio sobre el CTE, encefalopatía traumática crónica, una de las grandes preocupaciones para todos los americanos que han practicado alguna vez el football, que son muchos, y para los que se ganan la vida con él.
El CTE es una enfermedad neurodegenerativa con síntomas tanto cognitivos como de comportamiento, descubierta en el 2002 por el doctor Bennet Omalu tras el estudio del cerebro de Mike Webster, un exjugador de los Pittsburgh Steelers. Los que la padecen pueden desarrollar esquizofrenia, paranoia o demencia, así como un comportamiento violento, entre muchos otros síntomas. Esta enfermedad, que de momento solo puede ser diagnosticada tras la muerte del paciente, nace fruto de los repetidos golpes en la cabeza que recibe un jugador de fútbol americano, que puede verse sometido a fuerzas de hasta 100 veces la de la gravedad (100 g).
En Estados Unidos es habitual la práctica del football desde los 6 años hasta la etapa universitaria, donde los que más destacan reciben becas para pagar sus estudios. Según una encuesta del National Honor Society (NHS), una organización de estudiantes de instituto estadounidenses, un total de 1.085.272 estudiantes practicaba el football en el 2016.
El estudio de la Universidad de Boston en el que ha participado Mez mostró que un 99% de los exjugadores de la NFL de los que se analizó tejido cerebral había padecido CTE. Las muestras habían sido extraídas de los cerebros donados por las familias de los jugadores, que querían entender el porqué del errático comportamiento de sus seres queridos. Además, en el estudio también se analizaron muestras de jugadores de instituto y colegiales que arrojaron datos igual de alarmantes.
Para Jesse Mez, exponerse a recibir repetidos golpes en la cabeza carece de sentido, especialmente cuando se trata de niños y adolescentes que desconocen los riesgos a los que se enfrentan. “Yo tengo un hijo y ya he decidido que no le voy a dejar jugar a football. La relación de este deporte con las enfermedades neurodegenerativas es evidente”, dice el investigador de la Universidad de Boston. “De momento no sabemos cuánto tiempo es necesario jugar para desarrollar los síntomas. Pero no hay duda de que tanto el CTE como las conmociones cerebrales deberían ser un grave problema para la supervivencia del football”, dice Mez.
Tras la publicación del estudio, la NFL, que cierra acuerdos por miles de millones cada año, se limitó a emitir un comunicado oficial en el que asegura que hace todo lo que puede para proteger a los jugadores. Algo que en parte es cierto: en el 2016 destinó 200 millones de dólares a investigaciones relacionadas con el CTE. Sin embargo, para Mez no es suficiente. “Todos podríamos hacer mucho más”, asegura.
Para la NFL existe el peligro de que algunos jugadores decidan dejar de correr el riesgo. De momento no son muchos los casos, pero los hay. En el 2015, Chris Borland , un prometedor jugador de 24 años, renunció a un contrato de 3 millones de dólares alegando que su salud mental estaba por encima del dinero. Este año, John Urschel, jugador de 26 años de los Baltimore Ravens y doctor en Matemáticas por el Massachusetts Technological Institute (MIT), ha decidido colgar la botas. Muchos afirman que por miedo a perder sus capacidades cognitivas.
Puede que el CTE ponga en riesgo la supervivencia del football. Sin embargo, Jesse Mez afirma que no cree que en 15 años el deporte de cabecera de los estadounidenses deje de tener su importancia “mientras haya adultos dispuestos a correr el riesgo; el deporte nunca desaparecerá”. Y estos jugadores existen. Jamal Adams, un célebre jugador universitario que este año debutará en la NFL, declaró recientemente: “Si he de escoger un lugar perfecto para morir, que sea en un campo de football”.
Un 99% de los exjugadores de la NFL fallecidos sufrió CTE, encefalopatía traumática crónica