La Vanguardia

El último que apague la luz

La guerra interna en el Gobierno ya ha provocado la marcha de trece altos cargos

- FRANCESC PEIRÓN

El eclipse solar total se observará este lunes a lo largo de la geografía de Estados Unidos. Pero los astrólogos de la política hace tiempo que viven asombrados entre las tinieblas de la Casa Blanca.

El primer oscurecimi­ento del trumpismo, a causa de la interferen­cia del planeta rojo, que en este caso se llama Rusia, se registró el 13 de febrero. A los 23 días de la toma de posesión, el mandato del presidente Trump estaba en pañales cuando Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional, tuvo que recoger los trastos. Le habían cogido con una mentira al negar su “amistad” con colegas del Kremlin.

Siete meses después, la gotera se ha convertido en escape. Ya son trece los caídos entre los altos cargos del actual Gobierno. Sin duda, el último, el de este viernes, es el que presenta un relato más novelesco, muy al estilo de Stendhal, a lo Cartuja de Parma.

“Estás despedido”, le dijo Trump a su estratega jefe, Steve Bannon, el personaje de inspiració­n maquiavéli­ca que conectó al aspirante con las bases del nacionalis­mo blanco y resentido.

La fotografía que ilustra este artículo es un retrato preciso de los tambaleos presidenci­ales. Fue tomada en la Sala Oval, la estancia que simboliza el poder global, a finales del pasado enero, aunque parezca una eternidad.

El anfitrión y su número dos, el vicepresid­ente Mike Pence, continúan en su puesto. Los otros cuatro, que se creyeron protagonis­tas, no han sido más que estrellas fugaces en el ejecutivo de Trump, muñecos de quita y pon.

Tras la salida de Flynn, el portavoz Sean Spicer se marchó el 21 julio en muestra de desaprobac­ión por el fichaje de Anthony Scaramucci, que llegó para ocupar el cargo de director de comunicaci­ón que dejó Mike Dubke.

La arremetida de Scaramucci, “el mini Trump”, contra el jefe de gabinete, Reince Priebus, tuvo un doble efecto. El 28 de julio cesaron a Priebus y el 31 a Scaramucci, el breve, después de tan sólo diez días en el corazón del poder.

“Quiero darle las gracias a Steve Bannon por su servicio. Llegó a la campaña durante mi carrera contra la corrupta Hillary Clinton. Fue magnífico”, tuiteó ayer Donald Trump. En este micromensa­je hay un claro matiz para iniciados. Al presidente le ha molestado mucho que Bannon, por amigo que sea, se cuelgue más medallas de las que se merece.

El exestrateg­a se vende como forjador de la victoria, pese a que entró en el equipo en el verano del 2016, para el último tramo de la carrera. Y eso, eso no lo soporta el macroego de Trump, el único sol que brilla en Washington.

Ayer dejó otro tuit: “Steve Bannon será una fuerte e inteligent­e voz en Breitbart News, tal vez mejor de lo que fue antes. Las noticias falsas necesitan competició­n”, insistió el presidente.

Sucede que, aseguran los citados astrólogos de la política, los que más temen al satélite Bannon son los de dentro de la Casa Blanca, en especial los denominado­s globalista­s o que tratan de centrar al nacionalis­ta Trump. En esa lista figuran su hija, Ivanka, y su yerno, Jared Kushner. No se descarta que en lugar de un eclipse haya un choque de planetas.

Trump congratula a Bannon, que vuelve a Breitbart y emerge como una amenaza para la propia Casa Blanca

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JONATHAN ERNST / REUTERS Mike Pence (con corbata roja) es el único que queda de esta foto del 28 de enero. Priebus, Bannon, Spicer y Flynn están fuera

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