Los carriles bici se sofistican para mejorar la convivencia
El Ayuntamiento introduce elementos que facilitan el paso de bicicletas y ayudan a evitar conflictos con el peatón y los coches
Todas las nuevas vías siguen los parámetros marcados en el manual de diseño municipal Los chaflanes se rediseñan para dotar de mayor seguridad al paso de ciclistas
El primer semáforo de Barcelona se instaló en 1929. Una revista de la época decía que “cuando el conductor de vehículos y el peatón estén bien compenetrados, la circulación se hará con comodidad y seguridad para todos”. En un punto similar se encuentra la bicicleta casi un siglo después. La incorporación de semáforos exclusivos para ciclistas, en el 2011, fue el primer paso de una sofisticación de los carriles bici. En los últimos meses se han ido instalando señalizaciones más elaboradas con un nivel de complejidad que va mucho más allá de dos simples líneas pintadas en el suelo. Será necesario un tiempo hasta que peatones, ciclistas y conductores lo vean tan normal como un semáforo.
Ahora hay refugios especiales para que el ciclista no se quede en medio de la calzada en tramos peligrosos, espacios de espera en los que se bifurca el carril en función de la dirección que se vaya a tomar con sus correspondientes semáforos... El manual de diseño de carriles bici elaborado por técnicos municipales recoge un catálogo de señales que no tienen nada que envidiar al libro de la autoescuela. Todos los nuevos carriles que se construyen en Barcelona desde el verano pasado siguen las directrices marcadas en dicho manual para cumplir unos estándares mínimos de calidad en materia de indicaciones, seguridad y amplitud de los carriles, entre otros aspectos.
Los nuevos elementos han surgido para dar respuesta al crecimiento de usuarios de la bicicleta en sus desplazamientos diarios. Han aumentado un 16% en un año y en algunos puntos ya se están desdoblando carriles que eran bidireccionales –un sistema criticado por numerosos expertos– para dar pie a los preferibles carriles de un único sentido. Y es que, a más ciclistas, más necesidad de regular. Un ejemplo claro son los chaflanes del Eixample, cuyas intersecciones no son un espacio seguro para las bicis. Sobre el mapa debería ser fácil una estructura tan geométrica pero en la vida real conviven demasiados elementos a la vez. El carril bici se intenta habilitar en el lado opuesto de las cargas y descargas para evitar encontronazos con las furgonetas. La alfombra roja que marca la prioridad de la bici y una variación de los giros para mejorar la visibilidad son medidas que buscan proteger a los ciclistas y a los peatones, cuya seguridad trata de potenciarse con pequeños cambios inapreciables como cambiar los contenedores que había al lado de un paso de cebra por aparcamiento de motos para facilitar la visibilidad. De esta manera se resuelven dos grandes problemas de convivencia urbanística: se bajan de las aceras las motos aparcadas y las bicicletas dejan de circular por el espacio que corresponde a los peatones.
Más allá de las características de los carriles bici, el Ayuntamiento tiene una meta clara al construir más kilómetros: la conectividad en el continuo urbano. Se quiere acabar con esa sensación que ha tenido todo ciclista al llegar a un cruce y, de repente, no saber hacia dónde ir al encontrarse envuelto de coches. “La planificación tiene que ser coherente y seguir una lógica metropolitana”, considera la concejal de Movilidad, Mercedes Vidal, que quiere acabar con las discontinuidades y favorecer que haya carriles bici cerca de todos los puntos vitales y estratégicos, a menos de 300 metros de casa de cualquier vecino.
También es relevante el paso que se está dando para bajar los carriles bici de la acera a la calzada. Este verano se han realizado actuaciones importantes en el paseo de Sant Joan y Pujades, dos puntos en los que se acumulaban los conflictos entre peatones y ciclistas. Pasando la bici al espacio hasta ahora ocupado únicamente por coches y motos se busca mejorar la convivencia con los peatones. Las zonas 30 en las que comparten espacio vehículos motorizados y bicis son otra solución pero no convence a muchos ciclistas. “Si una bici va por la acera en lugar de por la calzada es porque no ofrecemos la sensación de seguridad que sería necesaria”, reconoce Vidal. El objetivo es que más del 80% de las circulaciones en bici se realicen por el carril creado para este medio de transporte.Es por todo ello que el despliegue de la red de carriles bici se trabaja desde la concejalía de Movilidad pero de manera muy estrecha con la de Urbanismo. “Cada carril bici es un proyecto de reordenación viaria global”, apunta la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz.
Los nuevos carriles bici también son una fuente de información de la movilidad de la ciudad aún por explotar. En todos ellos se están incorporando unos sensores que contabilizan el paso de bicicletas y permiten monitorizar su uso. Aún es pronto para sacar conclusiones pero cuando se empiecen a analizar los datos obtenidos se podrá tener una información detallada que puede dar pie a modificaciones para perfeccionar la red existente.