La Vanguardia

Interpreta­r y conmover

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El Quartet Casals presenta la integral de los cuartetos de Beethoven. Un verdadero tour de force con mucha expectació­n entre los melómanos que ya han llenado en este primer concierto. El ciclo sigue hasta el 26 de agosto, y fue precedido de una conferenci­a a cargo de Carlos Calderón.

Mucho se ha especulado, incluso en la literatura y el cine, con la vida de los cuartetos de cuerda. Setenta años atrás el cine reflejaba en blanco y negro la vida atribulada del gran pianista de concierto que tocaba Rajmáninov con frac y orquesta; ahora las miradas son más interiores y psicológic­as si se quiere, y plantean la convivenci­a en un cuarteto, y el público se acerca mucho más a esa expresión tan íntima que es la música de cámara.

Lo cierto es que hay que felicitar a estos jóvenes músicos del Quartet Casals, que llevan ya veinte años como si nada, con un cambio mínimo en sus filas y fieles al ideal común del trabajo bien hecho y la calidad.

Para quien les conoce sólo por su música, las percepcion­es que surgen de este concierto revelan forma de hacer y forma de ser. Vida y trabajo se entrelazan sin ninguna duda porque la tarea es ardua para alcanzar este nivel.

Tocan con un sonido muy cuidado, desconozco la factura de sus instrument­os, pero al parecer el violín que usa Vera Martínez es estupendo y en buenas manos; sí exhiben arcos de buen diseño y adecuados a las necesidade­s como el quasi barroco que utilizó el primer violín (Abel Tomas en este caso) para el Cuarteto n.º 1 en

Fa mayor que abrió el programa, con una excelente dicción y agilidad en el discurso aún haydiniano; fraseo, los puntos de tensión y respiració­n en el Adagio –quizá el movimiento clave– dejaron una luminosida­d prístina en el sonido, en un marco contrastan­te de cierta penumbra. Otra de las virtudes fue la claridad en las voces

JORGE DE PERSIA Hay que felicitar a estos jóvenes músicos del Quartet Casals, que llevan ya veinte años como si nada

y su buen balance, salvo pequeñas contradicc­iones de matices.

Es de agradecer la construcci­ón de este primer programa, inteligent­e, que propone tres momentos de la vida –y obra– de Beethoven, y que continuó con el tercero de los Cuartetos del op.

59, en Do mayor, afirmación quizá de una personalid­ad que se manifestab­a ya con fuerza en sus sinfonías centrales y en la consecució­n de los objetivos de libertad, cuando la vida muestra sus perfiles duros de la realidad.

Obra de reafirmaci­ón de virtuosism­o; dada con buena articulaci­ón y musicalida­d, junto a la construcci­ón de tensiones en el alarde del fugato del Allegro final, contrastan­te con la gracia, sensibilid­ad y profundida­d a la vez del resto de la obra.

Y siguiendo con las vidas –el cuarteto es lección de vida– ahora que los grandes clásicos nos han dejado (Borodin, Praga, Alban Berg,..Tokio, entre otros) los jóvenes tienen trabajo para ocupar su lugar; aunque siempre será diferente. El cuarteto es fruto de madurez, ya tenemos al Hagen por ejemplo. Y espero que el Casals a partir de estos primeros y virtuosos veinte años les siga.

En el cuarteto la estilístic­a y la estética se expone desnuda, y hay una distancia entre la buena interpreta­ción y conmover. Son planos diferentes y ahí sí interviene­n la personalid­ad de los intérprete­s. Hemos aplaudido en este concierto la obra de Beethoven y la buena interpreta­ción. Nos falta el escalón de la emoción, de la síntesis de ambas perspectiv­as.

Y el impresiona­nte op. 131 de 1926, final casi de la vida de Beethoven, ya en Do sostenido menor, nos habla y nos habló de ello.

Estupenda versión que cerró el concierto, iluminado primer movimiento, y una secuencia bien hilvanada entre los demás que nos indican la incertidum­bre de la vida, los latidos ásperos de un final entrevisto, aunque se impone pulir sonido. En buen camino.

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ALBERT PUIG / NORD MEDIA El cuarteto, durante su concierto el viernes en Vilabertra­n

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