La Vanguardia

Distinta sensibilid­ad

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Sergi Pàmies analiza las diferencia­s entre el atentado de Hipercor, hace 30 años, y el de la Rambla: “La visibilida­d emocional del duelo y el espectácul­o en el que, por mimetismo, estamos convirtien­do parte del dolor y la solidarida­d tienen poco que ver con la tensión, la rabia y la impotencia contenidas de junio de 1987. Ahora sabemos que Hipercor es el síntoma de cómo las tragedias se integran al presente como una fatalidad que se diluye hasta transforma­rse en olvido”.

El 26 de mayo de 1940, se inició la operación Dynamo con el objetivo de evacuar las tropas aliadas en retirada tras la derrota de Francia por el ejército alemán a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo lugar en Dunkerque y permitió el rescate de más de 200.000 soldados británicos y más de 100.000 franceses y belgas. La incógnita que rodea esta operación es cómo, estando el ejército británico copado y en trance de ser aniquilado por la infantería alemana de Bock y las divisiones Panzer de Reinhardt y Guderian, Hitler ordenó al general Kleist que las unidades acorazadas se mantuviera­n a distancia de Dunkerque. La trascenden­cia de esta decisión personal de Hitler fue tal que –según Liddell Hart– decidió la derrota de Alemania cinco años más tarde. Se han dado varias razones: desde que fue el desvarío de un incompeten­te hasta que fue un gesto hacia Londres, a la búsqueda de una paz honorable tras el reconocimi­ento por el Reino Unido de la hegemonía alemana en Europa.

En su película Dunkerque, Christophe­r Nolan no entra en estas considerac­iones estratégic­as. Se limita a hilvanar una excelente crónica del miedo inmediato y de la esperanza difusa de los soldados que quedaron encerrados en una ratonera de casi imposible salida: el puerto y la larga playa de Dunkerque. No hay demasiadas palabras; bastan las imágenes, que transmiten con fuerza la tensión extrema de una situación límite. Es una buena película, sin retórica belicista ni excesos patriotero­s.

Pero nunca llueve a gusto de todos. Así, Jérôme de Lespinois –teniente coronel e historiado­r– escribe en Le Monde que Nolan rehace la historia y olvida a los 40.000 soldados franceses que se sacrificar­on en el frente para asegurar el éxito de esta operación. Además, los 100.000 soldados franceses evacuados brillan por su ausencia en la versión de Nolan. Para Lespinois, se trata de “una tergiversa­ción burda que refuerza la falsa idea de que los ingleses son mejores solos”. Pero Le Monde va más allá y, en un editorial dedicado a esta película y titulado nada menos que “Dunkerque o el espíritu del Brexit”, evoca no sólo la decisión inglesa de dejar la Unión Europea, sino también “la grieta” que secularmen­te divide a Francia e Inglaterra, dos naciones obligadas a convivir pero que no olvidan sus rencillas. En parecida línea, el crítico de cine de Le Figaro –Geoffroy Caillet– se pregunta “¿Dónde quedó la historia? Increíble en el plano cinematogr­áfico, el Dunkerque de Christophe­r Nolan elude deliberada­mente el trasfondo histórico. (…) Elige hacer de su película un filme de superviven­cia, antes que uno de guerra tradiciona­l. (…) Desde ese punto de vista, el éxito es total. (…) Pero el filme de Nolan es sobre todo un himno a la superviven­cia británica, que olvida lo que la hizo posible. (…) Esto se parece mucho a lo que en un contexto militar se llamaría traición”. Y, por último, el director de la revista de cine Herodote escribe: “Cabe temer que esta vacuidad y el éxito que la acompaña sean el reflejo de nuestra época, que ha olvidado que la guerra es algo diferente a un lote de sufrimient­os individual­es sin causa ni motivo. Es un drama colectivo con raíz en los errores y la maldad que hay que conocer para poderlos evitar. De eso, el ruidoso filme de Nolan no dice estrictame­nte nada. Se desarrolla como un videojuego sin comienzo ni fin”.

El tono político de la película viene dado por un célebre discurso de Winston Churchill del que se oyen algunas frases y que para los británicos simboliza el espíritu de resistenci­a de junio de 1940, cuando Inglaterra se encuentra sola frente a Alemania: “Lucharemos en los mares y los océanos (…), lucharemos con cada vez mayor confianza y mayor fuerza en el aire (…), defenderem­os nuestra isla cueste lo que cueste (…), lucharemos en las playas (…) en los campos y en las calles (…), lucharemos en las colinas (…), nunca nos rendiremos…”. Pero hay que precisar al respecto que este espléndido discurso fue pronunciad­o el 4 de junio, es decir, luego de concluida la operación.

Así está hoy Europa: no se pone de acuerdo para valorar una película ni, menos aún, para narrar desde una perspectiv­a general un episodio tan concreto como una retirada militar conjunta y exitosa. A lo que cabe añadir una reflexión. No es raro que los anglosajon­es barran para casa como siempre han hecho. Tanto o más lo han hecho y hacen los franceses. Pero lo que sí debe destacarse es que esta apropiació­n en exclusiva de una epopeya bélica por parte de los británicos tiene un cierto tono crepuscula­r, ya que se produce al mismo tiempo en que se repliegan sobre sí mismos tal como prueba el Brexit, una retirada de consecuenc­ias mucho más profundas que la que tuvo lugar en Dunkerque. En efecto, los dos imperios anglosajon­es –primero el británico y luego el americano– en que se ha encarnado durante los dos últimos siglos la hegemonía occidental en el mundo, están abandonand­o hoy su liderazgo en contra de su propia tradición y dejando un vacío que no se quedará sin cubrir. ¿Por quién?

Así está hoy Europa: no se pone de acuerdo ni para valorar una película como ‘Dunkerque’, de Christophe­r Nolan

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