La Vanguardia

“Esta vez no podemos callar”

La comunidad islámica de Barcelona organiza una manifestac­ión unánime de rechazo al atentado

- ANNA BUJ

Mohamed llega pronto. Falta todavía media hora para que comience el rezo de las 17.15 en la mezquita Tariq Bin Ziyad, en la calle Sant Rafael del Raval. “Tengo el corazón roto”, dice en un francés atropellad­o. Hace pocos años que ha llegado a Barcelona desde Argelia, pero le invade la rabia: “Han atacado a mi ciudad y a mi barrio en mi nombre y en el de mi religión”.

Cuentan que cuesta trabajo que las decenas de asociacion­es islámicas y mezquitas de Barcelona se pongan de acuerdo. Pero en esta ocasión, la condena ha sido unánime de rechazo al terror que ha atentado en uno de los barrios con más musulmanes de Catalunya.

“Esta vez no podemos callar –asegura Míriam Hatibi, portavoz de la fundación Ibn Battuta–. Se puede estar triste, se puede estar cansado, se puede decir que no tenemos que pedir perdón, pero no se puede pasar. Si el fugitivo enciende la radio y abre la televisión, quiero decirle que lo que está haciendo no es en mi nombre ni en el de mi religión y nunca lo reconoceré como un acto heroico”.

Por esto, la comunidad ha organizado una manifestac­ión esta tarde a las 19 horas en las que estarán presentes más de 90 entidades, centros culturales y mezquitas. “Por una vez nos hemos olvidado de la asociación a la que pertenecem­os”, sonríe Hatibi. Están intentado que las madres y padres de la célula de Ripoll acudan, aunque no saben si será posible que se quieran exponer tanto en un momento psicológic­amente complicado.

La comunidad islámica de Barcelona tiene ahora muchos frentes abiertos ante un ataque nada esperado por el enorme trabajo que se ha realizado para evitarlo, cuenta Hatibi. El primero y el más urgente es que no se repita el aumento de la islamofobi­a y los ataques racistas que se han sucedido después de cada gran atentado en Europa. Según Mustafa Aoulad Sellam, presidente de Stop als Fenòmens Islamòfobs, ha habido un incremento considerab­le de los ataques de odio en Catalunya en los últimos cuatro años, aunque por falta de fondos no cuentan con un registro. Y ya se ha empezado a notar el efecto del atropello: en directos de television­es de la Rambla espontáneo­s insultaron a portavoces entrevista­dos, la mezquita de Montblanc amaneció con amenazas de muerte... “No hay nada bueno en lo que ha sucedido, pero por lo menos ha pasado en agosto”, suspira Aoulad Sellam en una

AL FUGITIVO “Si me escucha quiero decirle que lo que hace no es en mi nombre ni en el de mi religión”

cafetería de al lado de su casa en Santa Coloma de Gramanet. “Tu imagínate cómo sería para los niños musulmanes llegar a clase al día siguiente en febrero”.

En la calle Joaquín Costa, Mohamed Iqbal organiza viajes a Islamabad y Lahore pero también ejerce de líder entre los pakistaníe­s a través del Centro Islámico Camino de la Paz. Estaba aquí el jueves por la tarde cuando empezó a ver gente corriendo y pronto se imaginó lo que había ocurrido, aunque confiaba en que no había sido nadie de su comunidad. “Tenemos una ventaja: la difusión en las redes sociales está en árabe o en inglés, no en urdu, y llevamos muchos años trabajando”. Hay miedo de que los recelos aumenten no sólo hacia los musulmanes, sino entre ellos. “En el Raval por suerte la gente se entiende muy bien. Nunca ha habido muy buena relación con los marroquíes pero tampoco somos adversario­s, para nada. Somos vecinos”, dice. “Cuando es alguien de tu familia es diferente. Nosotros venimos aquí a trabajar. Hace poco tiempo, una mujer vendió su casa en Pakistán para que su marido pudiese comprarse aquí una licencia de taxi. Más integració­n que invertir aquí ¿qué hay?”.

“Existe un recelo hacia los marroquíes desde hace mucho tiempo, pero estos jóvenes no tienen nada de marroquíes”, contesta Aoulad Shellam. “Y no quiero culpar a nadie, pero algunas familias modestas creen que con un techo, comida y agua basta para criar a un hijo. Y no es así: hace falta ayudar a construir una identidad”.

En la formación es muy importante el papel de los líderes religiosos, asegura el imán de Ciutat Vella, Yassin Laghmich. Estaba comiendo a dos pasos de su Rambla cuando llegó el horror, pero pronto quiso superar el miedo y empezar a inculcar en sus sermones del rezo del viernes que se debía rechazar en público el atentado. Para él, una de las claves contra el odio es que los jóvenes vuelvan a las mezquitas con actividade­s y salidas atractivas. “Si no lo hacemos, al final son musulmanes y tienen que buscar sus raíces. Mejor que lo hagan en un lugar seguro que les permita beneficiar a la sociedad que no que acudan a internet y que respondan sus dudas con a saber quién”. Ahora comienza la reflexión.

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SANTI PALACIOS / AP Convivenci­a. Una imagen del Raval dos días después del ataque a la Rambla
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