La Vanguardia

El caro pasaje de las motos acuáticas

Un sistema al alza consiste en viajar en jet ski hasta las costas andaluzas por un precio de entre 3.000 y 6.000 euros

- ADOLFO S. RUIZ Sevilla

Son la sensación del verano, aunque el fenómeno no es nuevo. Al menos medio centenar de personas han llegado en lo que va de verano a las costas españolas en motos de agua o jet ski. La mayoría lo ha hecho a las playas de Ceuta y Melilla, pero también se han conocido casos en Málaga, Cádiz y la costa de Granada.

Llegar a España en motos acuáticas sólo está al alcance de quienes puedan pagarlo. Y los precios no son baratos. Unos 1.500 euros por arribar a Ceuta y entre 3.000 y 6.000 si se trata de alguna playa andaluza. La distancia y la seguridad del viaje son muy diferentes. Alcanzar la costa ceutí o melillense desde Marruecos supone un viaje de unos cinco minutos. Llegar a Andalucía son al menos treinta en una singladura mucho más peligrosa. La distancia mínima entre ambos continente­s es de 14,4 kilómetros en el Estrecho y la máxima 180 por la zona oriental, el mar de Alborán.

A finales de julio, tres motos acuáticas se aproximaro­n a la concurrida playa de Los Lances, cerca de Tarifa, el paraíso del kite surf. “El agua estaba llena de surferos pero las motos navegaban entre ellos con gran pericia. Se acercaron a la playa y a unos diez metros soltaron a los pasajeros, dieron media vuelta y regresaron a toda velocidad”, narra Tomás Roca, uno de los expertos en este deporte que se gana la vida en verano enseñando la técnica a los turistas. Roca pasa todo el día en Los Lances y asegura que es la primera vez que veía algo así. “La verdad es que desde entonces no ha vuelto a suceder, al menos de momento”, señala.

La detención de cinco personas relacionad­as con esta actividad ha supuesto un importante golpe para quienes se benefician de este tráfico. Los cinco detenidos mantenían una alta actividad en sus rutas entre el norte de Marruecos y Ceuta y la Península. Con periodicid­ad “casi diaria” trasladaba­n a las costas de Cádiz y Málaga de uno a dos inmigrante­s en cada viaje, informó el pasado jueves la policía en un comunicado.

En la mayor parte de los casos, los dueños de las motos acuáticas que se emplean en este tráfico de personas son españoles que han encontrado un negocio en esta actividad. Los pasadores son, sin embargo, marroquíes que se llevan una comisión por el trabajo. Si los propietari­os ven que algún transporte de “mercancía humana” tiene problemas con la Policía, denuncian que las motos les han sido robadas y así evitan todo contacto aparente con el tráfico.

Los pasadores se enfrentan a una pena de siete años de prisión si son capturados. Por ello, suelen soltar al pasajero con la antelación suficiente para no tener problemas con los agentes españoles.

En ocasiones, lo hacen tan lejos de la costa que el inmigrante, que normalment­e no sabe nadar, termina ahogado. Es lo que sucedió a principios de agosto en la playa ceutí de Benzú, donde un grupo de motos desembarcó a once inmigrante­s en una tarde de fuerte viento de poniente que hacía muy difícil mantenerse a flote. Uno de ellos se ahogó.

Las motos de agua suelen estar fabricadas en fibra de vidrio y no tienen respaldo. Pueden ser utilizadas, según el modelo, por una única persona de pie o por dos o cuatro personas sentadas.

Para conducirla­s son precisas tres licencias diferentes que varían en función de los caballos que tenga la moto acuática. La mayoría de ellas están equipadas con un sistema conocido como quick stop, una cinta que va atada a la muñeca del conductor que detiene el motor en caso de caída del conductor.

En ocasiones sueltan al pasajero tan lejos de la costa que este, que no suele saber nadar, se ahoga

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