Dosis de autoestima
El Barça aplaca con entrega y actitud la incertidumbre ambiental
TONI LÓPEZ JORDÀ
Sin brillo, sin magia, sin la chispa del juego vertiginoso y eléctrico que había llegado a obsequiar, pero con una fuerza de voluntad y unas ganas por agradar fuera de toda duda, el Barça volvió a recobrar el pulso. En su estreno liguero ante el Betis, el conjunto blaugrana se regaló una dosis de autoestima, muy necesaria en estas horas bajas. Fue una invitación a levantar el ánimo, una reivindicación de la vida, un brindis a la esperanza, a la alegría de vivir, de volver a disfrutar, de recuperar la sonrisa, después de unos días convulsos, tristes, apagados, sin ilusión, conectado inexorablemente como está el Barça con su ciudad.
El de ayer era un reencuentro en un clima extraño. El terror y la angustia, el dolor y la rabia dejó paso al fútbol. El Camp Nou acogió a la gent blaugrana con ganas de animar, de celebrar, pese a su pobre entrada, 56.480 espectadores, y pese a la incertidumbre reinante. En los prolegómenos, en las inmediaciones del templo, el culé transpiraba expectación y congoja ante la vuelta al cole. “Aquest any, què?”. Se mezclaban los partidarios de la pausa, la calma, de conceder un margen de confianza al equipo y al entrenador, de dejar que las cosas fluyan, de no precipitarse con los acontecimientos, y los susceptibles, los impacientes, los adeptos de la guillotina, con el pañuelo a flor de piel, los que se desesperan con una directiva y unos ejecutivos exasperantes en sus movimientos, en la planificación, en la toma de decisiones.
Estos son los que más se dejaron notar con gritos de “Bartomeu, dimissió” bien audibles en la zona del córner a la derecha de tribuna, a las primeras de cambio, antes del sepulcral minuto de silencio y en los segundos iniciales del partido. Unos gritos que rápidamente quedaron solapados por los cánticos de “Barça, Barça” que emanaban del bullicioso Espai d’Animació del gol norte. Tampoco fue a más la incitación a la rebelión antijunta que alentaba Joan Laporta desde un tuit a las 16.20h (“Si volem que Messi continuï a gust al Barça hem de fer fora Bartomeu immediatament. #viaforaBartomeu”) porque desde el césped se proyectaba serenidad. Con el equipo de Valverde controlando y tocando cómodamente, y un Betis inofensivo, los nervios iniciales quedaron aplacados. Paciencia. Espera. Confianza. El gol ya llegaría. Tardó 35 minutos y cinco disparos a puerta, pero llegó. Y el Camp Nou respiró tranquilo.
Tras el doble repaso blanco de la Supercopa, las dudas por el juego y la incertidumbre por los refuerzos por llegar, por las salidas de descartados, por la renovación de Messi, por el estilo cuestionado y el sistema táctico cambiante, el equipo blaugrana pareció conjurarse para evitar la zozobra en los primeros compases. No llegaba el gol con efecto Trankimazin, pero podía estar el culé sosegado porque el equipo derrochaba entrega, presión, ganas, anticipación y recuperación. Le faltaba un punto de velocidad y de acierto, pero la persistencia llevaría al premio. Y poco a poco a la recuperación del crédito del equipo.
Pero no al olvido de los detractores. El “Bartomeu, dimissió” volvió a la grada al comienzo del segundo tiempo. Volvieron tímidamente minutos después, adornados con algún pañuelo aislado. De los pocos que ha visto la junta directiva actual durante su mandato, sin contar las masivas pañoladas contra Tebas y los árbitros, el curso pasado. En todo caso, un primer aviso para Bartomeu.
Los primeros gritos de ‘Bartomeu, dimissió’ no fueron a más por la calma que dieron los goles