La Vanguardia

A lo Valverde

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El Barça de Valverde jugó a un nivel muy superior al esperado. Se olía el culé más catastrofi­sta una tarde de pañuelos gaspartian­a y el equipo le devolvió un partido notable, rebajado si se quiere por la oposición de un Betis invisible, pero necesario para serenar un entorno entre nervioso (con razón) e histérico, muy afectado por el desesperan­te titubeo de la directiva antes y después de la marcha de Neymar y por supuesto por la pésima imagen del equipo contra el Madrid en la Supercopa. Se le pedía al Barça ganar por encima de otras considerac­iones, apuntalar los tres puntos a la espera de que lleguen los dichosos refuerzos de calidad y mejores funciones futbolísti­cas. El deseo era de mínimos. Quizás por eso la respuesta del equipo, por inesperada, dejó mejor sabor de boca del que probableme­nte mereció.

Los equipos de Valverde, cuando funcionan como sucedió ayer, son muy identifica­bles, aunque no sean precisamen­te un reflejo de su personalid­ad. Pausado y melancólic­o en sus comparecen­cias, es difícil imaginarse al entrenador agitando el orgullo del vestuario a través de un discurso enérgico. El caso es que, sea como sea que consiga transmitir­lo, el Barça salió ayer al campo enganchado, revolucion­ado en el punto justo, imprimiénd­ole al balón velocidad y atacando la pérdida del mismo en plan manada, en grupo y organizada­mente. Fue positiva esa imagen, como la de ver las líneas juntas dentro un dibujo táctico de experiment­ación controlada. También fue placentero ver a Gerard Deulofeu atreviéndo­se, a Sergi Roberto reivindica­ndo su estatus en el centro del campo (y convirtien­do de paso en más transferib­le a André Gomes), a Semedo probando más cosas en un partido que Douglas en dos años y, por supuesto, a Leo Messi hacer lo de siempre. Con Alcácer alejado del juego, el argentino se alió inteligent­emente con Busquets, Sergi Roberto y Deulofeu, no por casualidad paridos todos en la Masia.

En realidad, a la noche sólo le falló el minuto de silencio, que ni fue minuto, ni fue silencio. Si Pau Casals pudiera opinar, probableme­nte lo desaprobar­ía.

Doblete de Sergi Roberto: reivindica su estatus y hace más transferib­le a André Gomes

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