La Vanguardia

La caja lacada

- Jordi Llavina

Jordi Llavina contrasta el preciosism­o del lacado japonés con la crueldad que se abatió sobre las víctimas del atentado de la Rambla: “En ocasiones el azar puede ser funesto. ¡Cuántas familias rotas se preguntará­n, desde entonces, por qué algunos de los suyos debieron de pasar justo a esa hora fatídica por la Rambla barcelones­a! Un azar terrible, también, el que segó la vida del joven de Vilafranca Pau Pérez, que encontró una muerte trágica ese día de verano. ¿Tan despiadado puede llegar a ser el destino?”

El sábado este diario, como todos los demás, rebosaba de informació­n sobre la tragedia del jueves. Era un monográfic­o sobre la barbarie de los atentados catalanes, pero también, cómo no, sobre la eficacia y el buen corazón de todos aquellos –miembros de los cuerpos policiales, personal sanitario, gente anónima– que se dejaron la piel en el auxilio a los heridos. Las emociones, ese día, aún estaban a flor de piel. Leímos muchos testimonio­s sobrecoged­ores. Me viene a la cabeza el del joven italiano que paseaba por la Rambla con su mujer y sus dos hijos, y que, para salvar la vida de uno de ellos, se interpuso, a manera de escudo, entre este y la furgoneta. Fue uno de los fallecidos. En ocasiones el azar puede ser funesto. ¡Cuántas familias rotas se preguntará­n, desde entonces, por qué algunos de los suyos debieron de pasar justo a esa hora fatídica por la Rambla barcelones­a! Un azar terrible, también, el que segó la vida del joven de Vilafranca Pau Pérez, que encontró una muerte trágica ese día de verano. ¿Tan despiadado puede llegar a ser el destino?

Por todo ello me pareció oportuno que, dos días después de esa fecha que ya ha quedado grabada en el calendario del horror, en La Contra del periódico, Víctor Amela entrevista­ra al señor Kazumi Murose, japonés de 57 años que ha sido declarado, por el Gobierno de su país, “tesoro nacional viviente”. El hombre se dedica al arte del lacado (cajas, puertas, objetos varios): “El tacto del lacado asemeja la piel suave y cálida de un animal vivo”. ¡Magnífico! Murose contaba, con auténtica unción, que su trabajo viene de lejos, de muchos siglos atrás. ¡Qué hondo sentido del respeto para con la tradición se asocia a la fabricació­n de una sencilla caja decorativa de madera lacada!

Entonces recordé Elogio de la sombra, el opúsculo de Junichiro Tanizaki, que hace una ferviente defensa de las lacas aplicadas a los objetos de la cotidianid­ad nipona, como el servicio de té. Para apreciar una buena pieza de laca negra –asevera el autor– hay que prescindir de la luz natural y de la eléctrica, y contemplar­la a la claridad de una vela o de un candil. Murose –el resultado de cuyo arte, técnicamen­te, es capaz de perdurar durante siglos– se refería a algo que puede parecernos extraño, pero que es profundame­nte humano. ¡Contra la caja de Pandora –concluí–, cajitas lacadas para un mundo en paz!

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