Todos a una
Barcelona ha sufrido en sus carnes la consecuencia de la barbarie de unos desalmados que en aras de su fanatismo religioso no han dudado en irrumpir salvajemente en la vida de personas inocentes y, seguramente, respetuosas con las normas del islam.
El terrible ataque a personas sin ninguna culpa ha hecho que los sentimientos de todos los barceloneses se hayan unido ante la masacre y no ha habido credo, creencia, posicionamiento político o planteamiento de futuro que haya sido capaz de separarlos.
Una cosa así ha limado enfrentamientos, rencores, banderas, consignas, abucheos, planteamientos políticos o cualquier tipo de disparidad política y ha hecho que por un momento la solidaridad, el bien común, la repulsa, el objetivo apetecido, hayan sido catalizadores de una unión, ante la locura de otros.
En una situación así, se pone de manifiesto que un problema muy grave es capaz de aunar pareceres, restañar heridas, evitar enfrentamientos y unir a todos ante un objetivo común.
No estaría de más que nuestros políticos tomaran nota de lo mucho que se puede hacer en momentos de gran dificultad si ponemos sobre el tapete de la negociación lo positivo que es el trabajo en común y lo mucho que se puede hacer cuando se tiene entre manos un problema de alto nivel, como el actual entre Catalunya y España.
JOSÉ LUIS MORILLO Suscriptor Barcelona