La Vanguardia

“Sentimos orgullo de Barcelona”

La joven que leyó el manifiesto de las entidades musulmanas en contra del terrorismo, Míriam Hatibi, colabora con iniciativa­s culturales “para abrir los ojos a los jóvenes”

- DAVID AIROB (FOTO) DOMINGO MARCHENA Barcelona

La Barcelona sin miedo tiene los rostros de las vecinas del Raval que el día 17 abrieron sus casas a los supervivie­ntes de la Rambla y que el 18 frenaron un conato de manifestac­ión islamófoba. Los rostros de los taxistas, comerciant­es, policías, trabajador­es de emergencia­s sociales... Y los de los musulmanes que recuerdan que religión y odio son incompatib­les. Míriam Hatibi, de la Fundació Ibn Battuta, también pone cara y ojos a esa ciudad que grita “No tinc por” y que volverá a manifestar­se masivament­e el sábado.

Esta fundación laica, que lucha contra los estigmas y para favorecer el diálogo intercultu­ral y la integració­n, fue una de las 153 entidades musulmanas que ya calentaron motores el lunes, con una marcha en repulsa por los atentados. Míriam, que leyó el comunicado final con su delicioso acento de Lleida, nació en Barcelona hace 23 años, pero se crió en Bellpuig (Urgell). Sus padres son de Marruecos. Catalanes de Marruecos porque después de una vida aquí quién les puede llamar inmigrante­s. Se licenció en Internatio­nal Business Economics por la Universita­t Pompeu Fabra. Es la mayor de tres hermanos y trabaja como analista de datos.

Ibn Battuta, que da nombre a la fundación en la que colabora, fue uno de los más grandes viajeros musulmanes. Probableme­nte nació en 1304 y murió en 1369. Su vagabundeo (África, Europa, India, el centro y el sureste de Asia, China…) supera al que años después hizo Marco Polo. Ibn Battuta y Míriam Hatibi como metáfora del mundo musulmán que no se encierra en sí mismo y promueve la convivenci­a, el respeto y el conocimien­to de los demás. –¿Cuál es tu sueño, Míriam? –Cambiar el mundo. La conversaci­ón transcurre en una cafetería de Sarrià-Sant Gervasi. Cuando Míriam entraba, un matrimonio se giró y se quedó mirándola desde la calle. “Que sí, seguro, es la chica que salió en TV3 cuando los atentados”. Aunque a veces capta recelo por su hiyab, no se siente incómoda. Los atentados, asegura, “pueden ayudar más a unir que a separar”. Ella lo ha vivido muy de cerca estos días, cuando personas que no conoce se le acercan y le dan un abrazo. O le dicen que los musulmanes son las principale­s víctimas del yihadismo.

“Reconforta ver a tantas personas unidas por algo que nos ha roto por dentro. Y tranquiliz­a la unanimidad del grito de protesta del lunes, cuando musulmanes y no musulmanes secundaron la marcha contra el terror, en un ensayo de la gran demostraci­ón de repulsa que la ciudad prepara para el sábado. Vinieron representa­ntes de diferentes comunidade­s islámicas de Catalunya, incluida la de Ripoll: la comunidad musulmana no es monolítica, pero estar juntos nos dará fuerza: ese es el mensaje contra el odio”.

Las escenas que más la conmoviero­n aquel día fueron las lágrimas de una señora con hiyab y chilaba, que “nos agradecía la ordes ganización de un acto así para demostrar que nosotros también nos sentimos atacados. Recuerdo eso y las dificultad­es que tuvo un compañero para leer el comunicado en árabe, con la voz rota”.

“Barcelona ha dado una lección ejemplar con la reacción al atentado, tanto la institucio­nal como la social. La comunidad musulmana siente un legítimo orgullo”. Ese es el mundo que Míriam quiere para sus hijos, “un mundo que apueste por la convivenci­a, la diversidad, la pluralidad y el diálogo, sin que nadie tenga que dar explicacio­nes por sus apellidos o creencias”.

Justo lo contrario de lo que defendían los terrorista­s. “Hemos fallado en algo con estos chicos. ¿Cómo pudo el imán de Ripoll acercarse tanto a ellos? Esa es la respuesta que hay que obtener”. El atentado puede tener además perniciosa­s repercusio­nes colaterale­s. España ha incumplido flagrantem­ente la palabra que dio a la UE hace dos años para acoger a más de 17.000 refugiados antes del próximo septiembre. Ya no tiene tiempo material y hasta ahora no ha llegado ni el 8% de la cifra pactada. Míriam elogia que la Generalita­t y el Ayuntamien­to de Barcelona “recalcaran desde el principio que los terrorista­s no eran refugiados, sino chicos que nacieron aquí o que vinieron cuando eran muy pequeños. Que las políticas migratoria­s de acogida y refugio no se vean alteradas, como han subrayado las autorida- catalanas, es un voto de confianza muy importante para nuestra comunidad”.

Acaba de leer la autobiogra­fía de una mujer de Arabia Saudí encarcelad­a, como culpable del delito de conducir. “Ha sido una lectura muy inspirador­a”, pero sus libros preferidos son Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini, y Martes con mi viejo profesor ,de Mitch Albom. La lectura y la cultura son herramient­as fundamenta­les para rescatar a los jóvenes de las garras de la bestia. Por eso la Fundació Ibn Battuta y asociacion­es hermanas organizan actos muy humildes, como torneos de fútbol durante el Ramadán, o muy ambiciosos, como videochats “para que jóvenes musulmanes puedan discutir sobre identidad cultural, problemas laborales o académicos, conflictos con los padres... cosas que nos preocuparo­n mucho a nosotros de adolescent­es y que ahora pueden ayudar a otros adolescent­es”.

Y, sobre todo, “fomentar la lectura crítica para que no se crean ni acepten todo lo que circula por las redes. Para ayudarles a descubrir libros de casi cualquier cosa, pero también de filosofía o de religión, con títulos muy accesibles y que no tienen nada que ver con la visión de la sociedad y con la religión que predican los intolerant­es. Es un proyecto muy complejo, pero que está funcionand­o muy bien porque utilizamos las mismas herramient­as que otros emplean perversame­nte para captar a jóvenes que están solos en casa, delante del ordenador. Aunque nosotros no buscamos adoctrinar­los, sino abrirles los ojos”. Una chica con una larga melena negra, que ocupa otra mesa de la cafetería, se ha girado varias veces hacia Míriam, que acaba de preguntars­e en voz alta si sus padres estarán orgullosos de ella, si tendrá fuerza “para poder aportar mi granito de arena en esta titánica tarea”. La chica sigue mirando. De nuevo el hiyab, piensan los periodista­s, pero entonces se levanta y se presenta. Se llama Manihil, es de Pakistán y se funde en un abrazo con Míriam mientras le dice: “Gracias, gracias, gracias: nos vemos el sábado”.

“Personas que no conozco de nada se me acercan para darme un abrazo o las gracias” “Los enemigos de la convivenci­a deben saber que estaremos unidos contra el odio” “Hay que fomentar las lecturas críticas para que los niños aprendan a recelar de internet” “¿En qué hemos fallado? ¿Cómo pudo el imán de Ripoll manipular tanto a jóvenes criados aquí?”

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“Muchas personas –dice Míriam– se me acercan y me dicen que los musulmanes son las principale­s víctimas del yihadismo”

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