La Vanguardia

Un triángulo siniestro

- Miquel Puig

Los ataques terrorista­s de la semana pasada justifican que dediquemos atención a la relación entre el petróleo, la globalizac­ión y el terrorismo.

Aunque en este caso los autores materiales procedían de Marruecos, es indudable que el foco del terrorismo islámico está en Oriente Medio, una región desestabil­izada permanente­mente debido a su riqueza petrolífer­a, y cuyo control se disputan Irán y Arabia Saudí, patrones, respectiva­mente, de las comunidade­s musulmanas chií y suní.

En cuanto a Irán, su democracia fue destruida por la acción combinada de la CIA y los servicios secretos británicos (1953) para evitar que se materializ­ara la decisión de nacionaliz­ar los activos de la actual BP.

En cuanto a Arabia Saudí, es sólo gracias a los ingresos del petróleo que su régimen totalitari­o es capaz de comprar la legitimida­d a quien (como en la Europa medieval) la puede proporcion­ar: el clero. Este ha utilizado 10.000 millones de dólares para imponer la versión más radical del islam en el mundo suní, por lo que el wahabismo, que era tradiciona­lmente marginal, ha crecido exponencia­lmente desde principios de los setenta.

Para buena parte de los terrorista­s islámicos (empezando por Bin Laden), Occidente es culpable porque interfiere en la región para controlar su petróleo, por lo que (y esto ha sido estudiado estadístic­amente) un buen número de los autores de ataques terrorista­s los justificab­an de esta manera.

Aún más, la guerra de Siria no es sólo una manifestac­ión más de la guerra IránArabia Saudí financiada con petróleo; es también una consecuenc­ia del cambio climático producto del consumo del petróleo: una sequía prolongada desestabil­izó el delicado equilibrio de una minoría chií controland­o una mayoría suní.

La globalizac­ión es también clave para entender el terrorismo. En primer lugar, porque la diáspora musulmana facilita la financiaci­ón del terrorismo a través de las transferen­cias del zakat, el impuesto religioso que todo musulmán debe pagar y que, en el extranjero, gestionan a menudo los imanes; en segundo lugar, porque el establecim­iento de mezquitas y oratorios en la diáspora sólo es posible gracias a las donaciones árabes, las cuales imponen que los imanes sean wahabíes; en tercer lugar, porque el principal medio de captación de terrorista­s son las redes sociales. Finalmente, porque la globalizac­ión alienta el terrorismo: una decena de muertos en la Rambla de Barcelona tienen un impacto inmediato y global.

En definitiva, mientras aplaudimos la eficacia de nuestra policía, y mientras nos escandaliz­amos por haber tolerado durante tantos años que el Barça haya exhibido el logo de Qatar y que la familia real haya exhibido su amistad con la saudí; mientras hacemos todo esto, no podemos sino concluir que la medida más radical que podemos llevar a cabo para combatir el terrorismo es acelerar la descarboni­zación de nuestra economía.

La medida más radical para acabar con el terrorismo es acelerar la descarboni­zación de la economía

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