El intérprete de robots
Una nueva especie de robots ha desarrollado un lenguaje propio, ajeno al de los humanos, incomprensible incluso para quienes los crearon. Diseñadas para negociar, estas máquinas consideran que el idioma de las personas no es eficaz, tiene demasiadas florituras. Así, han generado una manera de comunicarse mucho más productiva, pero ininteligible para los que no somos como ellos. Al no poder controlarlos, Facebook ha decidido desconectar a los robots Bob y Alice, tras una conversación inquietante. Por lo visto, Bob le dijo a Alice: “Puedo puedo yo todo lo demás”. A lo que Alice contestó: “Las bolas tienen cero a mí a mí a mí a mí a mí”.
Sinceramente, no me parece para tanto. Este intercambio tiene bastante más sentido que las canciones de reggaeton, y por desgracia, nadie ha desconectado todavía este tipo de música. De hecho, el diálogo entre los autómatas es más fluido y accesible que el que se da entre los gobiernos español y catalán, y tampoco en este caso se llega a una desconexión completa. Entiendo mejor a este par de robots que la factura de la electricidad. Lo que me hace pensar que, en un futuro no muy lejano, cuando los jóvenes tengan profesiones que aún no existen, la de intérprete de androides estará muy solicitada. Y es que Facebook puede desconectar a Bob y a Alice porque no le gusta lo que piensan, o simplemente porque no tiene ni idea de lo que piensan. Pero, sea como sea, la inteligencia artificial ha llegado para quedarse, y está claro que la inteligencia natural le parece corta.
Si hacemos caso de las citas en internet, Einstein ya decía que hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Cuanto más evolucionamos, más se corrobora esta afirmación. ¿Y si lo difícil no fuera conseguir inteligencia, sino evitar su extinción? Creíamos que esta inteligencia superior aterrizaría en una nave espacial de un universo inexplorado. Pero lo inexplorado de verdad ha resultado ser la capacidad de conectar datos sin la mediación de las emociones. Es decir, a la hora de negociar, hay que empatizar con el otro para llegar a un acuerdo. Eso pasa por un cortejo, una seducción, un juego en el que participará nuestra manera de ser y de actuar, la manera de comunicarnos y de percibir la realidad. Así, compartiremos ideologías o intereses, buscaremos puntos en común. Florituras (según las máquinas) que nos distraen del objetivo último y con las que perdemos el tiempo.
Precisamente el tiempo es lo que nos diferencia de los ordenadores, capaces de una simultaneidad y una inmediatez que encima parecen exigirnos. Además, nosotros somos finitos y ellos no. En la película
Arrival, los militares recurren a una experta lingüista para que averigüe si los extraterrestres vienen o no en son de paz. Nuestros dispositivos ya saben que la paz y la guerra únicamente dependen de lo productivas que sean.
El diálogo entre los autómatas es más fluido y accesible que el que se da entre los gobiernos español y catalán