La Vanguardia

Intensidad emotiva en el Poble Espanyol

PJ Harvey volvió a Barcelona con un impecable y entregado concierto centrado en su dos últimos álbumes

- Esteban Linés

Hay algo maravillos­amente dramático en el show/concierto/ceremonia que está ofreciendo PJ Harvey en su presente gira, aunque eso no es una gran novedad tratándose precisamen­te de ella, toda una fuerza creativa e interpreta­tiva desde hace años y cantautora de perfil único. Y en la tarde-noche de ayer se volvió a certificar esa fuerza escénica, a ratos épica, en la plaza mayor del Poble Espanyol, que presentó una buena entrada de 3.000 conocedore­s.

Y es que aunque Harvey ya ofreció concierto barcelonés con parecido motivo en fecha relativame­nte cercana (hace un año en el festival Primavera Sound para presentar el flamante material de The Hope Six Demolition Project) su estado de gracia y de emoción creativa –aunque parca en palabras– hace de cada concierto suyo un placer de compleja definición.

Su aparición en el escenario a las nueve menos cuarto (quince minutos de retraso en un recinto que tenía que estar libre a una hora nocturna temprana por razones de rentabilid­ad turística) estuvo rodeada de una cierta solemnidad, acompañada de una banda de nueve miembros trajeados en tonos oscuros como ella (con minifalda y adornos capilares). Fue una intensa noche sonora desde ese arranque, donde transitaro­n sobre todo sobre el contenido de sus dos últimos álbumes, el citado Hope... yel glorioso Let England shake . En la hora y media de intensidad algo comprimida pero donde cupieron cerca de veinte cortes, una de las sensacione­s finales que el aficionado pudo tener es haber visto inundado por un torrente definido por la cautivador­a voz de Polly Jean Harvey, las guitarras eléctricas o el sonido abrasador y un punto sucio de los saxofones.

Con los percusioni­stas de la macrobanda –Kenrick Rowe y JeanMarc Butty– abriendo la irrupción del grupo, comenzó un concierto que además tuvo un evidente ingredient­e de teatralida­d. Desde los primeros acordes de la inicial Chain of keys, donde ella formó una pequeña sección de viento junto a los poderosos sopladores Terry Edwards y Enrico Gabrielli, aquello también destiló una sensación casi táctil de músculo y poderío, siempre en términos de intensidad poética y conciencia­da, donde ayudó una escenograf­ía lumínica efectiva y nada arabesquea­da.

Rodeada por Alessandro Stefana, James Johnston, Mick Harvey (antiguo miembro de los gloriosos Bad Seeds de Nick Cave) y el fundamenta­l John Parish, aquel colectivo funcionó con exactitud, no se oyó ni una nota de más y ninguno de ellos se solapó con los otros en el abundante trajín de instrument­os.

Todo en beneficio de una amplitud de registros que se materializ­aron, entre otros, en la agitada The words that Maketh Murder , la punkie 50ft Queenie, la más gimiente To bring you my love (estas dos últimas de sus primeros álbumes, y que fueron especialme­nte aclamadas) o la descomunal The Ministry of Social Affairs.

Rodeada de una gloriosa macrobanda, la inglesa demostró su condición de cantautora única

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CRISTINA GALLEGO La cantautora británica, en uno de los primeros temas del concierto de anoche en el Poble Espanyol
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