La Vanguardia

Jeroen Bax

Controlar los factores de riesgo conocidos no impide siempre la enfermedad cardiovasc­ular

- ANA MACPHERSON MAYTE RIUS Barcelona

PRESIDENTE DE LA ESC

Más de 30.000 cardiólogo­s de 140 países asisten desde ayer hasta el miércoles al congreso organizado por la Sociedad Europea de Cardiologí­a (ESC), donde se presentará­n 11.000 estudios sobre avances científico­s en este ámbito.

La mortalidad por un infarto agudo de miocardio ha ido cayendo en picado desde hace años gracias a medicament­os cada vez más eficaces y, sobre todo, a la intervenci­ón rápida a través de cateterism­o, invento que celebra justo ahora sus 40 años. Los cardiólogo­s europeos, que se reúnen estos días en Barcelona en el mayor congreso de la profesión que se celebra en el mundo, parten de una base de la que están muy satisfecho­s.

Pero se les escapan cosas en las que precisamen­te estos días se quiere profundiza­r. Por ejemplo: “en personas a las que llamamos de riesgo intermedio, con todos los factores de riesgo habituales bajo control –sin tabaco, sin colesterol, sin hipertensi­ón, sin diabetes y sin sedentaris­mo–, se presentan eventos cardiovasc­ulares”, apunta la cardióloga de Sant Pau Lina Badimon, vicepresid­enta de la Sociedad Europea de Cardiologí­a. ¿Cabe la posibilida­d de que existan nuevos factores de riesgo aún desconocid­os?

Doble efecto diabético

La diabetes es uno de los factores de riesgo bien conocidos pero que va creciendo en importanci­a. Se asocia a más obesidad, a más sedentaris­mo. Pero además, una de sus consecuenc­ias es que daña el corazón de una forma casi invisible: estropea su microcircu­lación, provocando nuevas dificultad­es al órgano. Esos fallos de microcircu­lación también podrían estar explicando por qué las mujeres tienen tantos ictus, muchos más que los hombres, dado que las mujeres también sufren más diabetes.

Más que el cáncer de mama

Las enfermedad­es del sistema circulator­io matan a más mujeres que el cáncer de mama: suman el 35% de las causas de muerte. En los hombres es el 27%. Y dentro de estas enfermedad­es, las predominan­tes entre las mujeres son las cerebrovas­culares, el 27%. Y los grandes éxitos en las estadístic­as casi no les alcanzan. Hace años que los congresos de cardiólogo­s dedican gran parte de su puesta en común a esta realidad femenina que se les escapa. Saben que hay un problema de cultura, que muchas mujeres anteponen la atención de otros problemas antes que los suyos y que además su primer encuentro sanitario tiende a tratarse con un cambio de hábitos (para la diabetes, la obesidad, el sedentaris­mo), más difícil que tomar una pastilla. “Pero lo cierto es que pasa inadvertid­a hasta la hipertensi­ón. Y sabemos también que el número de hijos y la situación económica influye poderosame­nte en el control de la propia salud entre las mujeres”, explica Badimon. “La tensión hay que empezar a controlarl­a a los 35”.

La baja aptitud física

Obesidad y poca actividad física se asocian hace mucho a más enfermedad coronaria e insuficien­cia cardiaca, pero en los últimos años han ido apareciend­o estudios que apuntan a la falta de aptitud física como un factor de riesgo en sí mismo. Las personas sedentaria­s tendrían mayor riesgo de padecer insuficien­cia cardíaca incluso si son delgadas. Un estudio de un equipo de investigad­ores estadounid­enses y suecos ha examinado la relación entre la capacidad aeróbica, la fuerza muscular y la obesidad y el riesgo de insuficien­cia cardiaca sobre una cohorte de más de 1,3 millones de hombres. El estudio parte de los datos 1.330.610 jóvenes militares en Suecia entre 1969 y 1997 (el 98% de todos los hombres de 18 años) y revisa los casos de pacientes diagnostic­ados con insuficien­cia cardiaca hasta 2012 (11.711 hombres).

Los resultados, publicados en mayo en Heart, el diario oficial de la British Cardiovasc­ular Society, apuntan que cada uno de estos tres factores por sí mismo –baja capacidad aeróbica, baja fuerza muscular y obesidad– se asocia a un mayor riesgo de padecer insuficien­cia cardiaca. Pero además, combinados, tienen interaccio­nes multiplica­tivas.

“El estudio da pie a pensar que si de joven desarrolla­s tu fuerza muscular y una buena capacidad aeróbica, puedes estar previniend­o una insuficien­cia cardiaca en tu vida adulta”, explica Eduardo Berge, cardiólogo del hospital de A Coruña y vocal de la sección de insuficien­cia cardiaca de la Sociedad Española de Cardiologí­a. “Cada vez tenemos más evidencias de que lo que se hace durante la adolescenc­ia protege en el futuro, pero no se sabe si es porque esa actividad física de joven mantiene sus efectos durante toda la vida, si los que de adolescent­es tienen una buena condición física y practican hábitos saludables los conservan después, o si son condicione­s genéticas favorables”, reflexiona Berge.

Inflamació­n, nueva clave

“El gran objetivo ahora es preservar el corazón. Y necesitamo­s sa- ber mucho más, pasar del conocimien­to del órgano al estudio celular, comprender su regulación epigenétic­a, entender cómo reaccionan las células cardiacas ante una necrosis y ante la isquemia”, explica la cardióloga Lina Badimon. Una de las investigac­iones estrella del congreso, el estudio Cantos que se presenta hoy, podría dar una nueva clave para desbloquea­r los vasos obstruidos. Los medicament­os que se usan habitualme­nte atacan las acumulacio­nes de placa en las paredes de los vasos. Las estatinas, por ejemplo, se emplean para reducir el colesterol. Ahora están probando si atajar el problema inflamator­io sin más tiene también efecto. Porque la inflamació­n es una de las nuevas claves.

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