La Vanguardia

De Madrid a Barcelona

Los atentados cometidos por el yihadismo en ambas ciudades el 11-M y el 17-A tienen varios elementos en común.

- SANTIAGO TARÍN Barcelona

España ha sido un objetivo del terrorismo islámico desde que apareció: ya en los primeras proclamas de Al Qaeda se hablaba de recuperar Al Andalus. Por ahora, la máxima expresión de este hecho son los atentados del 11-M en Madrid y el 17-A en Barcelona y Cambrils. Sencillez, bajo coste y extremo fanatismo con desprecio de la muerte de los ejecutante­s son sus principale­s caracterís­ticas. Estas son las similitude­s entre ambos.

Los líderes. En el caso de Catalunya, la célula tuvo un líder claro, el imán de Ripoll Abdelbaki es Satty. En el 11-M pudo haber varios, pero destaca un nombre, Serhane ben Abdelmajid, apodado el tunecino. Ambos consiguier­on volar por debajo del radar hasta que perpetraro­n los ataques, pese a que se habían radicaliza­do. Véase: Serhane estudió idiomas y Ciencias Económicas en Madrid, y el segundo, aunque tenía antecedent­es por narcotráfi­co, no fue expulsado porque la justicia consideró que tenía arraigo y horizonte laboral en España. Ambos han muerto. Es Satty en Alcanar y Abdelmajid se suicidó accionando una bomba cuando iba a ser detenido en Leganés el 3 de abril. Tras los hechos del 17 de agosto, se ha sabido que en el 2004 y el 2005 se relacionó a es Satty con activistas que tuvieron vínculos con el 11-M, y por eso la policía le pinchó el teléfono en abril del 20005, aunque sin resultado.

La célula. Las dos eran numerosas. La de Barcelona estaba compuesta al menos por diez personas, de las cuales seis han muerto y cuatro permanecen detenidos. En los trenes de Madrid actuaron nueve personas, que tuvieron un amplio soporte de otra veintena. Son dos de las células más numerosas que se han detectado en Europa. Todos sus miembros estaban muy radicaliza­dos. En Catalunya pasó por la influencia del imán de Ripoll sobre un grupo de gente, algunos muy jóvenes,

Los ataques de Madrid se financiaro­n con el trapicheo de drogas; los de Catalunya con robos

de la localidad, que acudían a su mezquita y con los que luego se reunía en otros lugares. En Madrid, el epicentro fue la mezquita de la M-30.

Los atentados. Devastador­es y perpetrado­s con enorme sencillez. Esta es una de las caracterís­ticas del terrorismo islámico: se valen de cualquier cosa para sus propósitos. La intención en Catalunya era fabricar por lo menos tres furgonetas bomba, para lo cual habían acuaprendi­eron mulado 120 botellas de butano para la deflagraci­ón y 500 litros de acetona para confeccion­ar un explosivo que detonara el gas. Al producirse una explosión durante el proceso, cambiaron de planes y optaron por el atropello en la Rambla y por acuchillar viandantes en Cambrils. En el 11-M fabricaron trece mochilas con goma-2, que se activaron mediante teléfonos móviles liberados comprados en locutorios. En Madrid hubo 191 muertos y 1.857 heridos. En Catalunya, 15 muertos y 126 heridos, pero si hubieran llevado a término su plan inicial, estaríamos hablando de una cifra dantesca.

La preparació­n. En ambos casos fue larga. Las células tenían un lugar donde reunirse y otro donde preparar las bombas. En el caso de Catalunya, como punto de contacto entraron en un chalet abandonado en Riudecanye­s, mientras que ubicaron su laboratori­o en una torre de Alcanar, que ocuparon. En Madrid, las citas eran en un piso de Leganés y los explosivos se acumularon en una finca de las afueras de Madrid, alquilada con identidad falsa.

La financiaci­ón. Uno de los aspectos más espantosos de estos atentados es el bajo coste que supusieron para los terrorista­s. En el caso del 11-M se calcula que se gastaron 94.000 euros. Los sufragaron vendiendo droga a cambio de explosivos en una mina de Asturias, y también con la hawala, una tradiciona­l forma de transferir fondos en las culturas islámicas. En Catalunya se nutrieron de fondos mediante pequeños robos y la venta de joyas, y puede que el gasto sea aún menor. Para hacerse una idea, los cinco terrorista­s abatidos en Cambrils compraron cuchillos y un hacha en supermerca­dos locales poco antes de intentar su ataque. Pagaron menos de 43 euros.

Redes internacio­nales. Ambos atentados se perpetran en España, pero sus raíces están fuera. La célula de Madrid estaba profundame­nte vinculada a Al Qaeda, y sus miembros con Ansar al Islam, que eran las siglas del grupo que actuaba en nombre de esta organizaci­ón

Ambos atentados se perpetran en España, pero se originan fuera; el de Catalunya aún falta saber dónde

en Marruecos. De hecho, tenían contacto con quienes atacaron la Casa de España en Casablanca el 16 de mayo del 2003, con un balance de 45 muertos. En el caso de la célula de Catalunya, hay comprobado­s viajes a París y a Marruecos (donde hay detenidos por ello) poco antes de los atentados, aunque todavía no se conoce su alcance. Asimismo, están comprobada­s las estancias de Abdelbaki es Satty en Vilvoorde, feudo de yihadistas en Bélgica. También se estima que a fabricar bombas en Zurich. En el caso del 11-M, se detectó un mensaje ordenando el atentado desde Afganistán, donde se comandaba la célula. Tras los hechos de Barcelona y Cambrils, el EI asumió los ataques, y la red profunda ha dejado constancia de que organizaci­ones yihadistas internacio­nales estaban al tanto de lo que ocurría aquí. Lo que todavía no se conoce es quién está al otro lado de la línea.

El terrorista y la muerte. Todos los terrorista­s estaban muy radicaliza­dos. Unos siguieron este proceso en prisión, otros en mezquitas. Y de forma sigilosa: ni sus familias ni sus amigos se apercibier­on de ello hasta atentados. Una de las cosas que sorprenden es que no pocos parecían integrados en la sociedad. Existen estudios sociológic­os que apuntan a que el radicalism­o para ellos es la única opción de sentirse parte de algo, porque en su país de origen no son considerad­os de allí y donde se nacionaliz­an y residen siempre serán extranjero­s. Y la otra diferencia con cualquier grupo terrorista que se ha conocido en Europa es su actitud ante la muerte. No buscan sobrevivir a sus acciones: no hay infraestru­ctura para huir. No tienen previsto esconderse después, ni trazan rutas de escape. En Madrid, cinco de los autores del 11-M se suicidaron en Leganés cuando fueron descubiert­os. En Cambrils, cinco se enfrentaro­n a policías con armas de fuegos esgrimiend­o cuchillos y cinturones de explosivos simulados.

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DANI DUCH En memoria Imagen del controvert­ido monumento en recuerdo de las víctimas de 11-M en la estación de Atocha de Madrid
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