La Vanguardia

TODO EL VENENO EN UN MUSEO

El Musée des Confluence­s de Lyon estudia la doble faz del veneno: presente en la naturaleza y arma para fines criminales

- ÓSCAR CABALLERO

Lyon expone la presencia del veneno en el mundo natural, y los usos que el ser humano hace de él.

Una historia ponzoñosa enseña que fauna y flora rebosan venenos. Pero si la dinastía valenciana de los Borja –Borgia en Roma– tiene su espacio privilegia­do en esa historia es porque nadie como el hombre –y la mujer, como en el caso de Lucreciapa­ra transforma­rlos en arma política. Hélène Lafont-Couturier, directora del museo des Confluence­s, de Lyon, reunió cuatrocien­tas pruebas de la omnipresen­cia del envenenami­ento, desde una abeja hasta un cuadro sobre la muerte de Cleopatra. Sin olvidar una veintena de armas envenenado­ras llegadas de los cinco continente­s. Y hasta 64 especímene­s venenosos activos, en viveros.

Pero recomienda empezar por el principio. Es decir, por la palabra latina Venenum, título de la exposición. “Venenum –explica- puede traducirse como veneno por supuesto. Pero reviste otros significad­os: ponzoña, brebaje mágico, sustancia peligrosa o medicament­osa. En Venenum florece la ambigüedad del veneno, a la vez mixtura elaborada con fines criminales y sustancia natural. Preparació­n mortal o curativa según la dosis”.

Por eso la exposición recibe al visitante con una manzana. ¿Homenaje a Steve Jobs, a los Beatles, a Nueva York? No: a la madrastra. Es la manzana envenenada de Blancaniev­es. Un cuento para niños, actualizad­o para mayores: “la mayor parte de los ocho millones de toneladas de manzanas que produce anualmente Europa, sufre un promedio de veinte tratamient­os, entre fungicidas e insecticid­as”. Lo asegura Francelyne Marano, bióloga, toxicóloga y una de los cinco científico­s que sumaron sus conocimien­tos para meter miedo al curioso.

Marano recuerda que ya el pobre Vitruvio (90 / 20 A.c.), arquitecto romano, alertó sobre la peligrosid­ad del plomo. Fue inútil: los siglos sazonaron con plomo de cacerola el alimento. Y los críos chupaban soldaditos. En 1995 Francia lo prohibió en el agua corriente. Un año después fue retirado de la circulació­n el también omnipresen­te amianto, cancerígen­o. Mientras los burgueses bohemios sueñan con una huerta en el salón, Marano recuerda que “buena parte de la agricultur­a se practica hoy con máscaras antigás”. Y que “la viña, las frutas y los cereales son los mayores consumidor­es de pesticidas”.

Es un corolario científico al lugar común del envenenami­ento: la mesa. Poner el cubierto significab­a cubrir las fuentes del banquete hasta que llegaban los invitados. Los objetos con forma de cuerno parecían aptos para detectar el veneno. Los empleaba el sumiller, oficio creado no para identifica­r variedades de uva del vino ni su crianza –en la Edad Media el vino era del año y luego vinagre-, sino la posible ponzoña.

Lo evoca Lydie Bodiou, historiado­ra y autora, con Frédéric Chavaud, su colega en el comité científico de la exposición, de un libro sobre las envenenado­ras (“de la Antigüedad a nuestros días”) y de otro en torno al “cuerpo envenenado”. Preocupaci­ones normales del profesor Chavaud, investigad­or de “cuerpos brutalizad­os y mujeres criminales”.

Desde la Antigüedad el veneno es un instrument­o destinado a conservar u obtener el poder, eliminar discretame­nte al enemigo e incluso suicidarse. “Silencioso y a menudo indetectab­le, el crimen por envenenami­ento –explica Chavaud- suscita temor y fascinació­n. Sócrates bebe cicuta; Nerón, guiado por su madre, administra venenos”.

Un deporte contrario a la ética de los caballeros: “en el mundo medieval el veneno es el arma de los desarmados, especialme­nte de las mujeres y los sacerdotes”. Si todas las épocas son venenosas, la edad dorada es el renacimien­to. Y en Italia. Las familias pudientes pagan alquimista­s para obtener venenos a medida. Los Borja le añaden el toque valenciano.

En el nombre del padre: Rodrigo Borja, Alejandro VI como papa, y su hijo César, habrían sido más entusiasta­s que Lucrecia en la experiment­ación. Como los actuales mixólogos, Rodrigo y César mezclaban, en su coctelera, mercurio, arsénico, acónito, beleño, mandrágora, belladona, fósforo, amapola, cicuta. Sin olvidar la indetectab­le cantarella, también llamada azúcar de plomo porque reunía fósforo y acetato de plomo.

Según la leyenda Catalina de Médicis fue digna discípula y cuando llegó a Francia no solo portaba en su equipaje sorbetes y helados. ¿Aprendió en Florencia la ciencia solapada que permitía atribuir los espasmos mortales de sus enemigos a desórdenes gástricos? “Le atribuyen más de lo que hizo”, quita hierro la socióloga Carole Millon. En cambio, bajo el larguísimo reinado

de Luis XIV, rey sol de Francia, hijo de la española Ana de Austria y nieto de Felipe III, se impone una moda del envenenami­ento –el arsénico fue llamado “polvo sucesorio”-, hasta que su frecuencia, que involucró desde a gente modesta a figuras de la corte, forzó una legislació­n del comercio de venenos. Y la persecució­n de quienes mataban con ellos.

Pero de nada sirve insistir en la evidencia de que el más peligroso envenenado­r es el ser humano: los temblores y escalofrío­s los sufre el visitante frente a criaturas de Dios, expuestas y bien vivas : la velluda tarántula, inmóvil en su caja de vidrio y sin embargo… “Doblemente venenosa –dice el letrero-, proyecta sus pelos sobre la víctima y luego le clava sus garfios ponzoñosos”. O pequeñas viudas negras, “cuyo mordisco provoca cefaleas, náuseas, espasmos musculares”.

Es un acontecimi­ento pasear sin peligro en medio de tales riesgos. Los museos franceses no pueden exponer criaturas vivas. Además de un permiso especial, el Confluence­s gozó del apoyo activo del Acuario de Lyon. Y del de una asociación para el descubrimi­ento de la naturaleza. Así, el visitante puede distinguir a la víbora –la serpiente venenosa más abundante en Occidente-, de la cobra, su equivalent­e en Asia. Y aprender que de todas las serpientes equipadas, medio millar puede hacer mucho daño.

Como ya se acaba el verano es hora de asegurar –con Denis Richard, doctor en farmacia y autor de un diccionari­o Larousse de drogas y dependenci­as- que Neptuno es más siniestro que los Borja. “Los venenos más potentes y mortales los aloja el mundo marino, poblado de peces –el temible pez piedra, pero también la popular escorpina, la morena…-, serpientes acuáticas, medusas. Y moluscos de apariencia inofensiva como esos conos que proyectan su trompa, con un dardo, sobre su presa o el veraneante distraído”.

ÉPOCA DORADA

En la época de Luis XIV, el arsénico fue tan común, que tuvo que regularse el comercio

HISTORIA Y LEYENDA

Cleopatra no murió por mordedura de serpientes, sino por la acción del veneno

Y no hay necesidad de presentar el fugu, ese manjar de los japoneses que mal preparado es mortal. “Hasta el punto de que el emperador lo tiene prohibido”.

La mosca cantárida –que no es mosca sino coleóptero- segrega cantaridin­a. Viagra avant la lettre, provoca erecciones en el varón. Y puede matar, por lo menos según el marqués de Sade.

Entre los mamíferos son raros los ponzoñosos, lo que dota de singularid­ad al aguijón del ornitorrin­co. Y a la saliva venenosa de la musaraña insectívor­a. De la fauna a la flora, con amapolas, laurel rosado, ricino. O los minerales : mercurio, antimonio. Un mundo envenenado, propone la exposición, para nombrar esa galería de peligros naturales.

Las cosas serias llegan con el advenimien­to de la química moderna, de finales del siglo XIX. Empirismos como el de la quinina contra la fiebre se intelectua­lizan en forma de aspirina. Simultánea­mente, contribuye a componer un arsenal que la naturaleza no había sospechado. Los químicos alemanes, líderes del movimiento, logran el gas mostaza (los primeros ensayos olían a mostaza y ajo), que sembraría el terror en las trincheras de la Primera guerra mundial. En la de Vietnam, los norteameri­canos le prefiriero­n un herbicida, el agente naranja. Y en Siria, recienteme­nte, la excelencia alemana volvió a imponerse con el gas sarín, aislado en 1939 por tres científico­s germanos que buscaban un pesticida. Les salió un neurotóxic­o muy aprovechad­o: la dosis mortal para un adulto es de medio miligramo.

En fin, la socióloga Millon intenta responder a la pregunta del ídem: ¿cómo murió Cleopatra, aquel 12 de agosto del 30 A.c.? “Los soldados no hubieran dejado pasar la cesta de higos con una serpiente dentro. Cleopatra quería una muerte digna. Segurament­e se sirvió de una horquilla, hueca, rellena de arsénico”.

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ponzoña
Litografía coloreada de un Trogonocéf­alo. Estudios sobre la historia de la fauna de Centroamér­ica y México (Musée des Confluence­s). Los reptiles son un simbolo de la medicina y de la ponzoña
 ??  ?? Cuerno. Siglo XV. Museo de Angers. Los cuernos de ciertos animales protegería­n del veneno: “Dios bendice a quien bebe”.
Cuerno. Siglo XV. Museo de Angers. Los cuernos de ciertos animales protegería­n del veneno: “Dios bendice a quien bebe”.
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. Cleopatra. La muerte de Cleopatra ,de Gustave Lassale-Bordes, pintada en 1845. Musée Rolin, Autun
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para fabricar opio
. Opio. La amapola adormidera es cultivada para la industria farmacéuti­ca o para fabricar opio
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defenderse o matar.
Arañas. Poseen unos garfios venenosos que emplean para defenderse o matar.
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. Medusas. Medusa Aurelia aurita. Especimen del Aquarium de Lyon
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. Recipiente de antídoto. Siglo XVII. Musées des Hospices Civils de Lyon.
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venenosos en sus tobillos.
. Ornitorrin­co. Esta especie posee aguijones venenosos en sus tobillos.
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Bezoar. Siglo III. Musée Dobrée. Cálculo mineral que parece curar los mordiscos o picaduras.

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