El bazar de las protestas
Aunque los organizadores recomendaban protegerse los pies, impera la sandalia. En pleno mes de agosto, los manifestantes apuestan por la informalidad y las flores. La convocatoria es engañosa: se convoca en els Jardinets de Gràcia porque se sabe que el paseo de Gràcia se llenará y que las exigencias de seguridad y protocolo volverán a dejar a la gente en la parte de atrás, a los homenajeados delante y en una segunda fila convenientemente fotografiada, a la oficialidad de los ejércitos institucionales que conviven (es un decir) en nuestro país.
De tanto repetir que no es un día para banderas, las hay a patadas, mayoritariamente esteladas, llevadas con el orgullo de quien está dispuesto a subrayar la perseverancia de un anhelo colectivo y, al mismo tiempo, un humor individual. Además también las hay fraternalmente solidarias, de México y Palestina. Es lo que pasa cuando en vez de trabajar la unidad como un bien vulnerable, se utiliza como elemento de confrontación o coartada para operaciones de estado o de nación sin estado.
Pero vayamos al grano. Más abajo de la Gran Via, el despliegue oficial ha expropiado la calzada central para acoger la cabecera de autoridades. En las aceras, miles de personas esperan para expresar un malestar que procuraré describir con la máxima –imposible– objetividad. Pasa un político y se escuchan broncas y pitos. Tres comentarios encadenados: “¡Qué coño hace aquí Arias Cañete!”, “¡Hipócritas!”, “Vosaltres sou els culpables!” La distribución del espacio es digna del zoo: la gente detrás de la valla y las autoridades soportando insultos de todo tipo. Con una excepción: el presidente Puigdemont es aclamado con un sincopado “Pre-si-dent!” Y el mayor Trapero con el melódico cántico de “Trapeeeerooo!” La alcaldesa Colau no provoca ni afecto ni rechazo y se masca una tensión de seguridad que hace que los policías de paisano parezcan más policías que los de uniforme. Las palomas de la plaza Catalunya levantan el vuelo cada vez que pasa el helicóptero.
Pero los que no olvidarán la estridente y hostil acogida de Barcelona, que no sería precisamente un ejemplo de archivo de cortesía, son el presidente Rajoy (17,47 h) y el rey Felipe VI (17,51 h). La escenografía corporativa debe de contener algún mensaje premonitorio: Banco de Santander, Emporio Armani, Adidas y Bershka. Mientras Rajoy luce una sonrisa desencajada, Jorge Moragas, nervioso, pasea arriba y abajo contando los minutos que faltan para huir de este marrón. A las 17,51 h suenan los primeros gritos (habrá más) de “Fora el Borbó!” Es un bombón fonético que, como dice el escritor mexicano-catalán Jordi Soler, deberíamos denominar borbón fonético. Hay otros escritores: Matthew Tree, con una camiseta del gran Gatsby, Ramon Solsona, con un sombrero de campeón de petanca del Vallespir y Cristian Segura, congestionado por el sol y por la angustia de estar leyendo a Gaziel.
Como manifestólogo diletante que soy, activo mi paseodegraciametro. Resultado: somos mogollón pero no se puede comparar con las manifestaciones contra la guerra, la de después del asesinato de Ernest Lluch y las de los últimos Onze de Setembre. Datos: las terrazas de las aceras no han cerrado y las calles adyacentes no se han colapsado. Y a las 18,45 h el último grupo situado en los Jardinets cruza la Diagonal hacia el paseo de Gràcia. ¿El ambiente? Más conciencia testimonial que emoción, gran diversidad de estados de ánimo y la intuición de que hoy no será un día histórico pero sí la fotografía de una situación política cada vez más complicada (y envenenada) y que ya no admite ni unanimidades prefabricadas ni según qué relatos. ¿Guerra de banderas? Dejémoslo en escaramuzas y, sobre todo, en una presencia notable de mensajes que podrían dar la sensación de que la manifestación es contra la venta de armas y un tal señor Mariano, a quien se acusa de casi todo.
En la calzada central se alternan momentos de coágulos humanos y
de fluidez, que permiten a los pancartistas particulares exhibirse ante las cámaras. Sin ánimo de aburrirlos, dejo constancia de unos cuantos mensajes: a) “Sus guerras, nuestros muertos” b) “Ojo por ojo, todos ciegos (Gandhi),” c) “La mejor respuesta, la PAZ,” d) “Ni odio, ni rabia, ni miedo” e) “Cuando el poder del amor supere el amor al poder, el mundo estará en paz (Jimmy Hendrix)” y f) El terrorismo no es una religión”. El lema unitario de “No tinc por!” ha quedado parcialmente diluido por la diversidad de mensajes, el calor y la desconexión entre la cabecera de las autoridades y el resto de la manifestación.
Cuando pasan los bomberos, emerge la emoción que el espectáculo de la discordia política y mediática ha secuestrado parcialmente. Ah, y una cosa importante: hay muchas banderas y mensajes pero hay, sobre todo, miles de ciudadanos sin ninguna necesidad de exhibir mensajes líricos o furibundos que serán convenientemente olvidados porque hacer ruido (audio o visual) resulta más rentable que afirmarse desde una conciencia de sociedad literalmente anónima. También hay gente que pasa olímpicamente de la manifestación. A unos metros de los Jardinets, entro en la iglesia Nuestra Señora de Pompeya y veo que hay once personas. Salgo. Pongo la radio. Gol de Messi.
El lema de “No tinc por!” ha quedado parcialmente diluido por la diversidad de mensajes