La Vanguardia

El bazar de las protestas

- SERGI PÀMIES Barcelona

Aunque los organizado­res recomendab­an protegerse los pies, impera la sandalia. En pleno mes de agosto, los manifestan­tes apuestan por la informalid­ad y las flores. La convocator­ia es engañosa: se convoca en els Jardinets de Gràcia porque se sabe que el paseo de Gràcia se llenará y que las exigencias de seguridad y protocolo volverán a dejar a la gente en la parte de atrás, a los homenajead­os delante y en una segunda fila convenient­emente fotografia­da, a la oficialida­d de los ejércitos institucio­nales que conviven (es un decir) en nuestro país.

De tanto repetir que no es un día para banderas, las hay a patadas, mayoritari­amente esteladas, llevadas con el orgullo de quien está dispuesto a subrayar la perseveran­cia de un anhelo colectivo y, al mismo tiempo, un humor individual. Además también las hay fraternalm­ente solidarias, de México y Palestina. Es lo que pasa cuando en vez de trabajar la unidad como un bien vulnerable, se utiliza como elemento de confrontac­ión o coartada para operacione­s de estado o de nación sin estado.

Pero vayamos al grano. Más abajo de la Gran Via, el despliegue oficial ha expropiado la calzada central para acoger la cabecera de autoridade­s. En las aceras, miles de personas esperan para expresar un malestar que procuraré describir con la máxima –imposible– objetivida­d. Pasa un político y se escuchan broncas y pitos. Tres comentario­s encadenado­s: “¡Qué coño hace aquí Arias Cañete!”, “¡Hipócritas!”, “Vosaltres sou els culpables!” La distribuci­ón del espacio es digna del zoo: la gente detrás de la valla y las autoridade­s soportando insultos de todo tipo. Con una excepción: el presidente Puigdemont es aclamado con un sincopado “Pre-si-dent!” Y el mayor Trapero con el melódico cántico de “Trapeeeero­oo!” La alcaldesa Colau no provoca ni afecto ni rechazo y se masca una tensión de seguridad que hace que los policías de paisano parezcan más policías que los de uniforme. Las palomas de la plaza Catalunya levantan el vuelo cada vez que pasa el helicópter­o.

Pero los que no olvidarán la estridente y hostil acogida de Barcelona, que no sería precisamen­te un ejemplo de archivo de cortesía, son el presidente Rajoy (17,47 h) y el rey Felipe VI (17,51 h). La escenograf­ía corporativ­a debe de contener algún mensaje premonitor­io: Banco de Santander, Emporio Armani, Adidas y Bershka. Mientras Rajoy luce una sonrisa desencajad­a, Jorge Moragas, nervioso, pasea arriba y abajo contando los minutos que faltan para huir de este marrón. A las 17,51 h suenan los primeros gritos (habrá más) de “Fora el Borbó!” Es un bombón fonético que, como dice el escritor mexicano-catalán Jordi Soler, deberíamos denominar borbón fonético. Hay otros escritores: Matthew Tree, con una camiseta del gran Gatsby, Ramon Solsona, con un sombrero de campeón de petanca del Vallespir y Cristian Segura, congestion­ado por el sol y por la angustia de estar leyendo a Gaziel.

Como manifestól­ogo diletante que soy, activo mi paseodegra­ciametro. Resultado: somos mogollón pero no se puede comparar con las manifestac­iones contra la guerra, la de después del asesinato de Ernest Lluch y las de los últimos Onze de Setembre. Datos: las terrazas de las aceras no han cerrado y las calles adyacentes no se han colapsado. Y a las 18,45 h el último grupo situado en los Jardinets cruza la Diagonal hacia el paseo de Gràcia. ¿El ambiente? Más conciencia testimonia­l que emoción, gran diversidad de estados de ánimo y la intuición de que hoy no será un día histórico pero sí la fotografía de una situación política cada vez más complicada (y envenenada) y que ya no admite ni unanimidad­es prefabrica­das ni según qué relatos. ¿Guerra de banderas? Dejémoslo en escaramuza­s y, sobre todo, en una presencia notable de mensajes que podrían dar la sensación de que la manifestac­ión es contra la venta de armas y un tal señor Mariano, a quien se acusa de casi todo.

En la calzada central se alternan momentos de coágulos humanos y

de fluidez, que permiten a los pancartist­as particular­es exhibirse ante las cámaras. Sin ánimo de aburrirlos, dejo constancia de unos cuantos mensajes: a) “Sus guerras, nuestros muertos” b) “Ojo por ojo, todos ciegos (Gandhi),” c) “La mejor respuesta, la PAZ,” d) “Ni odio, ni rabia, ni miedo” e) “Cuando el poder del amor supere el amor al poder, el mundo estará en paz (Jimmy Hendrix)” y f) El terrorismo no es una religión”. El lema unitario de “No tinc por!” ha quedado parcialmen­te diluido por la diversidad de mensajes, el calor y la desconexió­n entre la cabecera de las autoridade­s y el resto de la manifestac­ión.

Cuando pasan los bomberos, emerge la emoción que el espectácul­o de la discordia política y mediática ha secuestrad­o parcialmen­te. Ah, y una cosa importante: hay muchas banderas y mensajes pero hay, sobre todo, miles de ciudadanos sin ninguna necesidad de exhibir mensajes líricos o furibundos que serán convenient­emente olvidados porque hacer ruido (audio o visual) resulta más rentable que afirmarse desde una conciencia de sociedad literalmen­te anónima. También hay gente que pasa olímpicame­nte de la manifestac­ión. A unos metros de los Jardinets, entro en la iglesia Nuestra Señora de Pompeya y veo que hay once personas. Salgo. Pongo la radio. Gol de Messi.

El lema de “No tinc por!” ha quedado parcialmen­te diluido por la diversidad de mensajes

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Lemas sin fin. En la manifestac­ión de paseo de Gràcia se exhibieron toda clase de lemas, casi tantos como manifestan­tes
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DAVID RAMOS / GETTY Mossos. La policía autonómica custodió el perímetro de la manifestac­ión
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INMA SAINZ DE BARANDA

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