La Vanguardia

Nihilismo

- Antoni Puigverd

Los árboles no nos dejan ver el bosque. Después del atentado, la pregunta no es ¿qué bandera lucía mejor en la manifestac­ión?, sino: ¿por qué los jóvenes musulmanes radicaliza­dos eligen la muerte? De todo lo que he leído estos días, la descripció­n más precisa es la de Olivier Roy, que ha estudiado la relación del islam con el laicismo europeo. Invitado al Mitin de Communione y Liberazion­e, en Rímini explicó las caracterís­ticas sociológic­as de estos jóvenes que, como los de Ripoll, reinstaura­n el terror en Europa.

Desde 1995, la mayoría de los yihadistas europeos son hijos de inmigrante­s: segunda generación (pocos proceden de la tercera). Educados en Europa, no hablan árabe sino la lengua del país (catalán los de Ripoll). No tienen formación religiosa: el imán de Ripoll era un traficante de hachís. No forman parte de ninguna entidad musulmana. Rechazan las formas orientales de vestir. No tienen por qué ser pobres o analfabeto­s, aunque muchos de ellos tienen un pasado de pequeña delincuenc­ia. Antes de radicaliza­rse, ya tendían a desafiar a la sociedad.

Desde 1997, abundan las parejas de hermanos en las células yihadistas. Lo hemos visto en Francia, en Bélgica o en Boston (los chechenos que atentaron en el maratón). Lo hemos visto en Ripoll. No está metida toda la familia, como ocurre con la mafia, tan solo los hermanos: lo que refuerza el perfil generacion­al. Un joven terrorista de Bruselas dejó esta nota: “Eres una mala musulmana, madre, pero gracias a mi sacrificio tú también irás al paraíso”. Por consiguien­te, sostiene Roy, se produce una inversión de los papeles generacion­ales: pretenden salvar a los padres, a pesar de creer que nada bueno han recibido de ellos. Más aún: los voluntario­s de Siria, a pesar de saber que morirán en atentado suicida, engendran hijos. Rechazan la herencia del pasado y al mismo tiempo se niegan a cultivar el futuro. Esta negación está directamen­te relacionad­a con el odio a la cultura. Son los nuevos iconoclast­as. En Siria: no han destruido tan sólo iglesias o templos romanos, también mezquitas históricas. Cancelan la historia. Rechazan incluso la cultura musulmana. La rechazan en nombre de un islam puro y sin raíces.

Este rechazo está relacionad­o con el núcleo de su acción: la muerte. Desde 1997 casi todos los yihadistas se hacen matar: como los de Ripoll en Cambrils. La atracción de Isis sobre estos jóvenes no es política (el califato) ni religiosa (la charia, que prohíbe el suicidio). Es una estética fundamenta­da en la violencia y la muerte. El Estado Islámico, explica Roy, es muy fuerte a la hora de utilizar los códigos juveniles: música, videojuego­s, series, cine. El tema del héroe solitario, que mata a todo el mundo en un videojuego. O Born the kill (una serie que se propaga así: “Un adolescent­e con deseos psicopátic­os escondidos”). Son religiosos: esperan llegar al paraíso. Pero tienen una fascinació­n por el apocalipsi­s. El fin de los tiempos se acerca y, por consiguien­te, no vale la pena vivir en esta sociedad. Favorecen el apocalipsi­s para asegurar su salvación. Son la cara trágica del trivial nihilismo europeo.

‘Born the kill’: “Un adolescent­e a punto de actuar con deseos psicopátic­os escondidos”

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