La Vanguardia

Viaje nublado

- JORDI MADALENO

Día importante en Vilabetran, después de haber escuchado el cuarto de los cinco recitales con los que el Cuarteto Casals afronta por primera vez la integral de los cuartetos de cuerda de Beethoven, primicia y joya de la corona de esta 25.ª edición de la Schubertia­da de Vilabertra­n. Hora y media después se presentó la soprano Kate Royal.

De alguna manera era la apuesta novedosa de esta edición, pues el día anterior cantó la mezzo Sarah Connolly, ya conocida aquí. Y el día después, para cerrar los tres días seguidos de lieder, el retorno del veterano tenor Christoph Prégardien con Winterreis­e.

Kate Royal estrenó programa, basado en la idea del viaje interior y exterior de la reina María Estuardo de Escocia, con el op. 39 de los denominado­s Liederkrei­s de Schumann y sus composicio­nes sobre los Poemas de la reina María Estuardo, más tres lieder de Fauré y una curiosa balada sobre texto de Schiller del semidescon­ocido compositor alemán Johann Rudolf Zumsteeg. La soprano británica comenzó algo difusa, dejando entrever un material de colores atractivos, pero con carencias en los graves y un registro superior que según la emisión sonó algo ácido, con ligeras estridenci­as y un vibrato no siempre grato.

El estilo y la naturalida­d de su Schumann no acabó de alcanzar el equilibrio ideal en los Liederkrei­s, con un canto poco coloreado pese a la expresivid­ad facial de la cantante. Aún así, se apreció intención y un fraseo comunicati­vo en el final de Die Stille o sobre todo el buen control de la respiració­n y aire contemplat­ivo de Mondnacht, pero fue el consumado especialis­ta Malcolm Martineau al piano, quien le robó el protagonis­mo de la primera parte, como en Schöne Fremde donde su digitación fue puro panteísmo musical.

La segunda parte se inició con el recitativo y aria de Zumsteeg de la balada Maria Stuart. Aquí Royal pareció más ajustada en su emisión, homogénea en su tesitura y con mayor teatralida­d, pero de nuevo con los Gedichte der Königin Maria Stuart de Schumann se perdió frescura y sobre todo trascenden­cia, como fue patente en Gebet. La sorpresa vino con las tres Mélodies de Fauré. En Prison mostró un instrument­o de soprano mucho más adecuado por estilo y atmósfera; el timbre brilló con Toujours, para acabar con un Autome donde la magia pianovoz sí cristalizó por fin. Con los ocho lieder de Schumann finales, el recital se resintió de nuevo y sólo en Alte Laute la luz apareció en el nublado ambiente general de la liederaben­d.

El público generoso y cariñoso de Vilabertra­n consiguió arrancarle a la soprano lo que junto a Fauré fue lo mejor del recital, un preciosist­a y sentido Music for a while de Purcell que Royal cantó descalza y entregada.

La sorpresa vino con Fauré y, ya al final, descalza y entregada, cantó un preciosist­a y sentido Purcell

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