La Vanguardia

Una playa metropolit­ana

El turismo es el auténtico motor económico de Castelldef­els, pero todo empezó en los años veinte

- JOSE POLO Castelldef­els

Nos basamos en un turismo de calidad pero no en la exclusivid­ad, aquí cabe todo el mundo”, afirma el presidente del Gremio de Hostelería de Castelldef­els, Manuel Ángel Ortiz. “El turismo es nuestro motor económico, lo es todo para nosotros, no tenemos otro modelo de ciudad”, añade. Una descripció­n de Castelldef­els tan válida para la actualidad como históricam­ente.

Siempre vinculado a su playa, los antecedent­es turísticos de esta población del Baix Llobregat de 64.892 habitantes se remontan a los años veinte o incluso antes. “En aquella época la playa se llenaba los domingos, los sábados no, porque no era festivo”, relata el miembro del Grup de Recerques Històrique­s de Castelldef­els (Grehic), Alfonso López. Según él, antes ya se acercaba gente a esta playa pero es a partir de aquella época que se encuentran “numerosas referencia­s en revistas y periódicos”. “El turismo no surgió de forma repentina, fue creciendo poco a poco”, asegura.

Las infraestru­cturas demuestran la importanci­a histórica del turismo en esta ciudad. No es baladí que por aquel entonces la población ya tuviera, como ahora, dos estaciones de tren: una para acceder a la ciudad y un segundo apeadero para ir a la playa. No era el único medio de transporte. “Se ingenió un pequeño vapor para transporta­r a la gente de Barcelona que quería venir ”, explica López. “La autovía de Castelldef­els se construyó en los años cincuenta, pero 20 años antes ya se reclamaba desde Barcelona”, añade para describir el interés. La playa ya estaba preparada con merenderos, bares y diferentes servicios. Culturalme­nte, las fotos históricas demuestran que la gente vestía bañadores “bastantes modernos” para la época e incluso había grupos “nudistas y naturistas”, poco frecuentes entonces.

De la misma manera que el transporte, el urbanismo también prueba el impacto histórico del turismo. La ciudad no superaba los 300 habitantes en la primera década del S.XX y 20 años después superaba el millar. “La planificac­ión urbanístic­a se diseña en los años veinte pensando en la playa y en las urbanizaci­ones de montaña”, agrega Alfonso López. Nacía la idea de la actual ciudad. Creció de forma paulatina y en 1957 había más de 40 urbanizaci­ones en construcci­ón. Muchos tenían en Castelldef­els su centro de referencia para veranear. Emergieron las segundas residencia­s, buena parte de las cuales se convirtier­on en vivienda habitual años después. “Mientras el Baix Llobregat era industrial, Castelldef­els ya era turística”, recuerda Manuel Ángel Ortiz, que trabaja en el sector desde los 12 años. Precisamen­te, se convirtió en uno de los puntos de referencia para toda la inmigració­n española que llenó en aquella época el área metropolit­ana de Barcelona.

“Es la gente humilde de Barcelona la que comenzó a llenar los más de cinco kilómetros de playa, no eran pijos”, resume López sobre el perfil de visitantes que comenzó a llegar a la ciudad. “A veces también venía gente de postín, pero no era habitual”, reconoce. Ahora Castelldef­els y su playa gozan de un cierto caché respecto a las poblacione­s de su entorno. A los lugareños se han unido los turistas internacio­nales. “Tenemos turismo familiar, de parejas, deportivo, de negocios...”, asegura Ortiz. “Nuestro objetivo tiene un solo rumbo: seguir mejorando, ser más profesiona­les”, se propone el presidente del Gremio de Hostelería de Castelldef­els. Chiringuit­os de todo tipo y restaurant­es con buena gastronomí­a forman parte de su atractivo. “Ofertamos 5.000 camas y nuestro techo está en 10.000”, considera Ortiz.

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CEDIDA POR EL GREHIC
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MANÉ ESPINOSA

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