Un divorcio complicado
Davis pide imaginación; la UE, que se deje de ambigüedades
La tercera ronda de negociaciones entre la Unión Europea y el Reino Unido sobre el Brexit arranca en Bruselas con un agrio cruce de reproches disfrazado de elegantes maneras y sonrisas forzadas.
La tercera ronda de negociaciones entre la Unión Europea y Londres sobre el Brexit arrancó ayer en Bruselas con un agrio cruce de reproches disfrazado de elegantes maneras y sonrisas forzadas.
“Para ser honesto, estoy preocupado. El tiempo pasa muy rápidamente”, comenzó el negociador europeo, el francés Michel Barnier. “Tenemos que empezar a negociar en serio”, dijo a modo de saludo ante la prensa a su homólogo británico, David Davis. “Cuanto antes acabemos con las ambigüedades” sobre qué tipo de Brexit quiere el Gobierno británico, “antes podremos hablar de nuestra relación futura y del periodo transitorio”, añadió. “Necesitamos posiciones británicas claras para poder tener una negociación constructiva”, sentenció Barnier en referencia a los documentos remitidos la semana pasada por Londres con diferentes posiciones sobre el Brexit. Fuentes comunitarias califican de “realismo mágico” parte de su contenido.
El objetivo del Gobierno de Theresa May sigue siendo abordar todos los temas a la vez (arreglar cuentas del pasado y hablar del futuro) y pide a la UE “imaginación y flexibilidad” para decidir cómo desligar sus economías o afrontar el problema de la frontera con Irlanda cuando el Reino Unido deje de formar parte del mercado único europeo y la unión aduanera. “Estoy dispuesto a intensificar las negociaciones en las próximas semanas para poder avanzar”, cerró Barnier a modo de invitación. La UE, recalcó, no aceptará hablar del futuro antes de que quede claro que los temas de la separación “se van a abordar de forma adecuada”.
Los Veintisiete deben decidir en octubre si las conversaciones con Londres sobre el divorcio han avanzado los suficiente como para dar luz verde a la segunda fase del proceso, la discusión sobre su relación futura (comercio, defensa...) Para entonces, quedará poco más de un año para culminar la negociación a tiempo para que el Reino Unido se desconecte del club en el plazo previsto, el 29 de marzo del 2019. A ojos de Bruselas, la indefinición británica empieza a poner en peligro ese calendario, aunque lo que falta no es tanto tiempo como “voluntad política”, alertan fuentes europeas.
“Para el Reino Unido, esta semana debería permitir avanzar las discusiones técnicas sobre todos los temas. Todos los temas”, insistió Davis, volviendo su cara hacia Barnier al repetir la última frase. El negociador británico Davis no dudó en responder a las alegaciones del francés sobre la falta de seriedad de la delegación británica. Los documentos publicados la semana pasada por el Gobierno británico sobre el Brexit “son el fruto de un duro trabajo entre bastidores no durante las últimas semanas sino durante doce meses de duro trabajo”, replicó el enviado de May. “Estamos dispuestos a remangarnos y ponernos a trabajar una vez más, así que adelante”, concluyó Davis antes de volver a Londres (de nuevo, deja la negociación a sus técnicos).
La delegación británica llegó con las manos vacías a la reunión de julio pero este verano Londres ha adoptado posiciones oficiales sobre varios aspectos del Brexit. El problema es que la mayoría aborda cuestiones relacionadas con el futuro, no con el divorcio en sí, o mezcla ambos procesos, según Bruselas, que cree que Londres no está siendo realmente transparente sobre sus intenciones. Hasta la celebración de la conferencia política del partido conservador británico
“Tenemos que empezar a negociar en serio”, reclama impaciente Barnier
El Gobierno británico asegura que “ha trabajado duro” y está listo para “remangarse”
a primeros de octubre en Manchester, alertan fuentes diplomáticas, es probable que no se aclare nada.
El equipo de Barnier echa en falta en particular una propuesta sobre uno de los aspectos clave de la negociación del divorcio: la factura del Brexit, el dinero que Londres deberá pagar al club cuando se vaya en concepto de compromisos adquiridos con el presupuesto comunitario, pensiones e inversiones comunes. El asunto sigue siendo enormemente polémico en el Reino Unido (en la campaña del Brexit, sólo se habló de ahorros, no de deudas) y no hay nada escrito pero hay movimientos. La delegación británica presentará hoy de forma oral a los negociadores europeos su opinión jurídica sobre el tema.
No se habla de momento de cifras sino del método para calcularlas. Estudios no oficiales elevan a entre 60.000 y 100.000 millones de euros, a pagar en cómodos plazos, las obligaciones de Londres con la UE. Si las informaciones publicadas estos días por la prensa británica son correctas, el Gobierno de May está dispuesto a pagar hasta 40.000 millones. Técnicamente, no se estaría tan lejos en este tema pero políticamente la distancia entre Bruselas y Londres sigue siendo enorme.
La UE exige avances en el divorcio para, en octubre, pasar a hablar del futuro Londres no quiere poner por escrito su posición sobre el coste del divorcio